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Revista Científica UDO Agrícola
Universidad de Oriente Press
ISSN: 1317-9152
Vol. 9, Num. 2, 2009, pp. 282-288
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Revista Científica UDO Agrícola, Vol. 9, No. 2, 2009 pp.282-288
Importancia de la selección y manejo adecuado de
sustratos en la producción de plantas frutales
en vivero
Importance of the right selection and handling of substrates
for the fruit nursery industry
Pablo Ricardo HIDALGO LOGGIODICE1, María SINDONI VIELMA1 y
Jesús
Rafael
MÉNDEZ NATERA2
1Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA-Anzoátegui).
Carretera El Tigre-Soledad Km 5. El
Tigre, 6050, estado Anzoátegui, Venezuela y
2Departamento
de Agronomía,
Escuela de Ingeniería
Agronómica, Núcleo Monagas, Universidad de Oriente. Avenida Universidad,
Campus Los Guaritos,
Maturín, 6201, estado Monagas, Venezuela. E-mail: phidalgo@inia.gob.ve
Autor para correspondencia
Recibido: 05/06/2009
Fin de primer arbitraje: 14/10/2009
Primera revisión recibida: 30/10/2009
Aceptado: 15/11/2009
Code Number: cg09036
RESUMEN
La producción de plantas frutales en vivero amerita como aspecto fundamental
la correcta selección del sustrato en donde se
propagarán y crecerán las plantas. En Venezuela, son muchas las
alternativas de sustratos empleadas para la producción de
plantas frutales, en muchos casos, sin mayores conocimientos para su adecuación
y correcto uso. Un sustrato adecuado para
la exitosa producción de cada especie frutal en particular dependerá de
la apropiada selección de los componentes que
conformarán dicho sustrato, de la proporción volumétrica
empleada de cada uno de estos y de las enmiendas adicionadas al
mismo para mejorar sus propiedades físicas y/o químicas. El conocimiento
previo de estas propiedades permitirá corregir
cualquier característica de la mezcla, la cual resulte inapropiada para
la propagación y desarrollo en vivero de las plantas de
la especie frutal bajo producción. Para su determinación, los
laboratorios a nivel nacional, dedicados a tales fines, deben
adecuarse para consolidar los protocolos específicos para los materiales
a ser utilizados como sustratos para bolsas de
vivero, promoviéndose de igual manera la estandarización de los
mismos a los fines de uniformizar la metodología
empleada entre los diferentes laboratorios. Además de la correcta selección
del sustrato, su posterior manejo y la
infraestructura requerida para garantizar el éxito de la producción
resultan de suma importancia.
Palabras clave: Sustrato, vivero, frutales, propiedades físicas y químicas
ABSTRACT
The right selection of the substrate to be used is a very important aspect
to be considered on the nursery fruit plants
production. Many substrate alternatives are used in Venezuela to produce
fruit plants on nurseries; however, in most of
cases, there is not an adequate knowledge about the most suitable substrate
formulation and use. A substrate designed for
the successful production of each particular fruit specie will depend on:
the right selection of components that will make up
that substrate; the volumetric proportion used of each of them and the amendments
added to improve the substrate both
physical and chemical properties. The previous knowledge of these properties
will allow fixing any inappropriate
characteristic of the mixture for either plant propagation or nursery growth
purposes. For these properties analyses, the
laboratories dedicated to do so, all around Venezuela, have to be adequate
to consolidate specific lab procedures for the
materials to be utilized as substrates for nursery bags. The standardization
of these procedures has to be promoted, with the
purpose of getting uniform information. Besides the right selection of substrates,
for a successful production it is also
highly important to make the most suitable substrate handling and to count
on the infrastructure required.
Key words: Substrate, nursery, fruits, physical and chemical properties.
INTRODUCCIÓN
La situación geográfica de Venezuela,
además de sus diversas condiciones edafoclimáticas,
permiten que muchas especies frutícolas se
desarrollen extraordinariamente. Tomado en cuenta aspectos como el clima y
los
suelos, no se presentan
restricciones para producir un número elevado de
especies frutícolas (Avilán, 2009). Para el año 2005,
existían alrededor de 170.000 ha. sembradas con
frutales, que arrojaban una producción de 2.400.000
TM. (Aular, 2008).
La fruticultura en nuestro país ha sido una
actividad tradicional; ya nuestros indígenas
recolectaban frutas las cuales representaban parte
importante de su dieta diaria o eran utilizadas en la
elaboración de bebidas empleadas en sus
celebraciones (Fuentes y Hernández, 2005). Luego,
durante la conquista, el rubro frutal estuvo
representado en las pequeñas unidades de producción
agrícolas presentes, como cultivos asociados, que
luego se transformaron en monocultivos, con
superficies no mayores a las 10 Ha. Aún cuando
estos sistemas permanecen en la actualidad,
caracterizados por la heterogeneidad de las especies
frutícolas, uso de mano de obra familiar y bajo nivel
tecnológico (Avilán y Leal, 1996), se observan
recientemente grandes unidades de producción
especializadas en una o dos frutas y con aplicación de
alta tecnología y mano de obra calificada. La
producción, sin embargo, va dirigida mayormente al
mercado nacional, con la excepción del mango y la
lima “Tahití” (Aular, 2005). La fase de vivero en la
producción de plantas frutales juega un papel
primordial en el proceso de producción de estos
cultivos. De la calidad y sanidad de estas plantas
depende en parte el éxito de la posterior plantación en
campo. Dentro de los aspectos a considerar para
propagar y desarrollar exitosamente plantas en vivero,
la selección y el manejo del sustrato a emplear es uno
de los más importantes.
Considerando lo anterior, el presente trabajo
aborda los aspectos relativos a la selección y manejo
de sustratos, como una pequeña contribución al
alcance, de manera unísona, de la integral
comprensión del manejo de estos materiales, en pro
de mejorar sustancialmente la industria nacional de
producción de plantas frutales en vivero.
SELECCIÓN Y MANEJO DE SUSTRATOS
La problemática asociada al manejo de los
desechos sólidos, la necesidad de reducir la superficie
destinada a los vertederos y la consecución de
alternativas para el reciclaje de los desechos de origen
orgánico, afectan a la sociedad en general (Fonteno et al., 2000). Los productores hortícolas enfrentan en la
actualidad problemas asociados al recurso agua, en
aspectos tales como calidad, conservación y
reducción de lixiviados en la específica actividad
hortícola que desarrollan. En tal sentido, la
transformación de los desechos en sustratos y el uso
adecuado de los mismos para fines hortícolas surge
como una alternativa viable, técnica y económica.
En la industria de viveros, y más
específicamente, para la producción de plantas
frutales, la correcta escogencia del sustrato en donde
crecerán las plantas juega un papel fundamental, dado
que el desarrollo y mantenimiento de un extensivo y
funcional sistema radical es esencial para el
crecimiento de plantas saludables (Bilderback, 1982).
De igual manera, de la apropiada selección de los
componentes de sustrato, de la proporción
volumétrica empleada de cada uno de estos y de las
enmiendas adicionadas, dependerá la obtención de un
conveniente sustrato final (Evans y Fonteno, 1999).
De nada serviría haber seguido las normas exigidas
para una rigurosa selección de semillas de alta
calidad, proveniente de clones de alto rendimiento;
seguir las mejores técnicas para la injertación de los
patrones producidos, si ese fuera el caso; o disponer
de la mejor infraestructura de vivero y sistemas de
riego, si no se cuenta con una adecuada selección del
sustrato, para la específica especie frutal que se
pretende propagar en esta fase de la producción.
Por sustrato debemos entender todo material
o combinación de diferentes componentes que, no
siendo tóxico, provea sostén, adecuada capacidad de
intercambio catiónico, así como una adecuada
retención de humedad para la planta que en éste
crecerá, pero con una porosidad que garantice una
correcta aireación para un óptimo desarrollo radical.
Componente de sustrato, por otro lado, es cualquier
material individual, mezclado en proporciones
volumétricas con otros componentes, para alcanzar un
nivel adecuado de aireación, retención de agua y
nutrientes para el crecimiento de plantas (Fonteno et al., 2000).
La escogencia de uno u otro componente de
sustrato está sujeta mayormente a su disponibilidad,
facilidad de mezcla y costo en la región en donde se
encuentre el vivero, además de la experiencia del
viverista en su uso. Cuando se prepara la mezcla para
plantas frutales pueden emplearse dos o más
materiales, de manera de garantizar que el sustrato
final posea los valores apropiados de espacio poroso,
retención de humedad y nutrientes y densidad
aparente. Evans y Fonteno (1999) señalan que la
operación de mezclado y posterior manejo de la
mezcla a emplear como sustrato definitivo tiene un
impacto significativo sobre las propiedades físicas y
químicas del mismo. Así, la porosidad total, el
espacio ocupado por el aire, el drenaje y la capacidad
de retención de humedad pueden variar significativamente entre los envases
o bolsas cuando
estos son llenados con un sustrato mal mezclado.
Cuando se considera la determinación de
estas propiedades físicas, resulta impostergable en
nuestro país la consolidación de laboratorios que
posean protocolos específicos para sustratos en lo que
concierne a la determinación de la porosidad,
retención de humedad, densidad aparente,
distribución del tamaño de partículas y el espacio
gaseoso, para beneficio de la industria nacional de
viveros de plantas frutales. En el Postgrado de
Agronomía de la Universidad Centrooccidental
Lisandro Alvarado (UCLA) (Pire y Pereira, 2003), así como en el INIA Anzoátegui
y la Escuela de Ingeniería Agronómica de la Universidad de Oriente
(UDO), se viene conduciendo una importante
investigación en cuanto a la determinación de las
propiedades físicas de diferentes sustratos hortícolas,
mediante el empleo de porómetros, lo cual marca un
importante precedente para la consolidación de tales
protocolos. Estas metodologías fueron basadas en las
especificaciones propuestas por la Universidad de
Florida (Dilger, 1998), la Sociedad Internacional de
Ciencias Hortícolas (Gabriela, et al., 1991) y el
Laboratorio de Sustratos Hortícolas de la Universidad
de Carolina del Norte (Fonteno et al., 2000).
Es importante identificar sustratos con una
densidad aparente adecuada, es decir, que la masa por
unidad de volumen de los mismos sea lo suficiente
para mantener la planta frutal erguida por el adecuado
peso de la bolsa, y que al mismo tiempo, que tal peso
permita su cómodo manipuleo por parte de los
operarios del vivero, reduciéndose de igual manera el
sobrepeso durante el transporte de las plantas a su
destino final. Bunt (1988) señala que la calidad de las
plántulas depende del tipo de sustrato donde se
desarrollan, en particular de sus características físicoquímicas
debido a que el desarrollo y el
funcionamiento de las raíces están directamente
ligados a las condiciones de aireación, contenido de
agua, además de tener influencia directa sobre la
disponibilidad de los nutrimentos. González Chávez
et al., (2000) señalan que el conocimiento del sustrato
es necesario para optimizar la producción de plantas
en vivero, además de disminuir y evitar el
agotamiento de los recursos no renovables como el
suelo, el cual ha sido el principal sustrato en muchas
prácticas viveristas.
Con respecto al análisis de las características
químicas de los sustratos, los laboratorios deben abocarse a la determinación,
no sólo de aquellas
mediciones tradicionales efectuadas en suelos, tales
como materia orgánica, pH, conductividad eléctrica,
macro y microelementos, sino también de las
sustancias húmicas presentes; más ahora cuando
enmiendas orgánicas, tipo compost o vermicompost,
se hacen tan populares en los viveros a nivel nacional.
Toda esta información resulta de alto valor, dado los
diferentes requerimientos que presentan las especies
frutales para cada uno de ellas, de manera se garantice
su adecuado crecimiento.
Toda la investigación desarrollada debe
conducir a la creación de normativas que permitan
seleccionar y estandarizar los sustratos a emplear de
acuerdo a cada especie frutal, donde su
caracterización previa jugará un papel fundamental.
Es imperativa la estandarización de los protocolos
utilizados por los diferentes laboratorios a nivel
nacional, de manera que se pueda contar con una
fuente confiable, que permita comparaciones entre
diferentes fuentes de sustrato, de distinto origen,
independientemente del laboratorio que lleve a cabo
el estudio. Es importante destacar que el protocolo
que se sigue en muchos laboratorios a nivel nacional
para analizar muestras de sustratos, aún aquellos de
origen orgánico, es el mismo observado para el
análisis de suelos. El proceso de estandarización de
los sustratos empleados para cada especie frutal se
dificulta por el hecho que muchos de los componentes
empleados en la actualidad son muy variables en su
composición, tal como ocurre para la capa vegetal de
suelo y el estiércol.
Cuando se emplean componentes orgánicos
en la mezcla utilizada para el llenado de las bolsas, se
debe tener presente que al utilizar aquellos materiales
susceptibles de continuar su descomposición dentro
de las mismas, el volumen inicial del sustrato
empleado se reducirá, y con ello el volumen
disponible del mismo para la exploración y
crecimiento radical, así como la disponibilidad de
agua y nutrientes para las raíces. La descomposición
de un sustrato orgánico, que no fue adecuadamente
compostado, se acentúa cuando se añaden fuentes de
nitrógeno para la nutrición de la planta frutal en la
bolsa. Estos componentes orgánicos secuestran el
nitrógeno en la medida que los microorganismos
descomponen la celulosa presente en el mismo. De
allí la importancia de contar con sustratos con una
adecuada relación C/N al momento de usarlos, que
minimice los riesgos descritos.
Materiales orgánicos como la corteza de pino,
empleados para aumentar la porosidad y reducir la
densidad aparente en el sustrato, deben estar bien
descompuestos al momento de ser utilizados como
componente en la mezcla, debido a que de lo
contrario se convierten en una trampa de nitrógeno
durante el posterior proceso de descomposición
llevado a cabo por los microorganismos presentes en
la mezcla de la bolsa, además que acidifica el sustrato
como consecuencia de tal proceso. Igual prudencia
debe observarse con el empleo de aserrín de
diferentes tipos de especies forestales, el cual, en su
estado fresco, puede contener compuestos fenólicos
que pudieran afectar el desarrollo de las plantas
creciendo en un sustrato que posea este tipo de
material como componente de la mezcla. Cuando se
emplea concha de arroz o de maní, se debe tener
sumo cuidado por el riesgo de propagar enfermedades
de origen fúngico o bacterial, presentes en dichos
materiales. Un proceso de desinfección previo de
estos desechos agroindustriales debe preceder su uso
en el vivero. Es necesario consolidar líneas de
investigación en otras especies de árboles como
fuente de corteza, tal como se viene haciendo desde
hace algunos años en otros países con el árbol de
origen australiano Melaleuca quinquenervia (Neal,
1999).
Cuando se utilizan materiales orgánicos,
susceptibles de sufrir un proceso de descomposición
previo a ser empleados o durante su permanencia en
la bolsa en vivero, resulta importante determinar las
características biológicas de los mismos, tales como
población microbiana y evolución del CO2, los cuales
aportarán mayor garantía de calidad al sustrato
(Villasmil, 2008).
El uso de capa vegetal de suelo como
componente principal de sustrato es una práctica
común en los viveros de frutales en diferentes
regiones del país, sin embargo, sus propiedades
físicas y químicas son muy variables, dependiendo
del tipo de suelo donde se hizo la colecta. Este tipo
de material presenta adicionalmente una alta densidad
aparente, que dificulta el manejo de las bolsas en
vivero. Además, puede contener organismos
fitopatógenos, tales como bacterias, hongos,
nemátodos, insectos y semillas de malezas, que
requieren ser eliminados antes de emplear tal material
como componente de sustrato. Aunque se han
obtenido resultados favorables con el uso de suelo
como sustrato. Méndez Natera et al. (2009) evaluaron
el efecto de diferentes sustratos (arena de río, suelo de sabana y bagazo
de caña de azúcar), solos o en
combinación sobre la producción de plántulas de
guayaba y encontraron que los sustratos suelo y
arena+suelo fueron los mejores para la producción de
plántulas de guayaba incrementando el número de
semillas en la bolsa de siembra para el sustrato suelo,
mientras que Obando Salazar et al (2007) en un
experimento con los mismos tratamientos anteriores
pero en el cultivo de lechosa, concluyeron que los
mejores sustratos para la producción de plántulas
fueron arena (50%) + tierra (50%) y tierra (100%),
pero se prefiere el primero porque produce un mejor
desarrollo radical y Camejo y Añez (2009) evaluaron
los sustratos turba de musgo y suelo franco limoso
tanto en bolsas de polietileno negro y bandejas de
plástico negro y recomendaron el uso de bolsas
plásticas y suelo franco limoso para la propagación de
plántulas de lechosa en vivero. En la zona oriental, se
ha popularizado el empleo, como sustrato, de suelo
proveniente de áreas de morichales, componente que
además de presentar serios problemas de reducida
tasa de infiltración de agua, alta capacidad de
compactación y bajo pH, su extracción representa
serios problemas para la conservación de estos
frágiles ecosistemas naturales.
Esta situación se agrava si se emplea
estiércol, como componente de la mezcla final. De
emplearse este tipo de componente, aún cuando no
recomendado por contener semillas de malezas y
organismos fitopatógenos, debe ser sometido a un
proceso previo de compostación controlada. De no
sufrir tal proceso previo de descomposición, el alto
contenido de proteína y otros componentes
nitrogenados que son convertidos a amonio y nitritos
presente en esta popular fuente de materia orgánica,
generan procesos fitotóxicos.
La disminución del volumen del sustrato, por
efecto de su descomposición o contracción, también
acarrea problemas en el mejor manejo de la bolsa de
polietileno, generalmente empleada en los viveros
nacionales, en lo que respecta a permanecer con sus
bordes superiores erguidos durante el periodo de
riego, de manera se garantice la captación de una
lámina adecuada de agua en la superficie del sustrato,
que posteriormente se infiltre hacia el interior de la
bolsa.
Con respecto al control de malezas, en la
mayoría de los viveros a nivel nacional se realiza de
manera manual, lo cual representa un alto costo. En la
mayoría de los viveros en los Estados Unidos, el control se limita al
empleo de herbicidas
preemergentes además de un posterior control manual
para eliminar aquellas malezas que escaparon del
tratamiento con herbicida. Existe una tendencia al
empleo de discos de diferente diámetro de tela
sintética, para cubrir la superficie del sustrato en el
envase que lo contenga. Su uso está limitado para
plantas de un solo tallo, lo cual no representa un
problema para la mayoría de las plantas frutales
producidas en vivero (Mervosh, 1999). Existe la
disponibilidad en algunos estados del país de fibras
naturales, como aquellas provenientes del
procesamiento de frutos de palma aceitera (Elaeis guinensis Jacq), que deben ser evaluadas como mulch
o cobertura para cubrir la superficie del sustrato en las
bolsas y prevenir así la germinación de semillas de
malezas. Ello además de su alto potencial de uso
como componente de sustrato, como alternativa a la
turba importada en la producción de plántulas de
frutales (Hidalgo y Medina, 2007).
El vermicompost, aún cuando producto de la
transformación del estiércol de diferentes tipos de
animales, ha sido reportado como una fuente
confiable de sustrato, con riesgos mínimos de servir
de portador de bacterias, hongos o nemátodos. Por el
contrario, Edwards et al. (2007) encontraron que el té producido a partir de vermicompost sólido,
promovieron el crecimiento de plantas de tomate a
nivel de laboratorio e invernadero, además de
suprimir el ataque del nemátodo Meloydogine hapla.
Iguales resultados sobre el mismo cultivo fueron
obtenidos a nivel de campo por Arancon et al. (2003)
sobre el nemátodo Meloydogine incognita.
La calidad del vermicompost dependerá del
alimento ofrecido a las lombrices durante el proceso
de vermicompostaje, así, si el alimento es pobre, así será la
calidad del producto final. De igual manera, el tipo de estiércol empleado para la alimentación
de estos animales determinará el contenido de nutrientes,
conductividad eléctrica y pH del vermicompost. Aún
cuando se ha determinado el efecto positivo de esta
enmienda sobre diferentes especies frutales, cuando
es empleado como componente de sustrato, la
proporción volumétrica del mismo dentro de la
mezcla final dependerá de la especie frutal que se esté propagando
en el vivero. Mientras que para el cultivo de plantas de parchita en vivero,
un 5 o 10% de
vermicompost como componente de sustrato produce
plantas de mayor tamaño y área foliar; en lechosa, los
mejores resultados se obtienen con el empleo de un
20% de esta enmienda. Por otro lado, para la propagación de patrones
de
merey en bolsa, el
volumen de vermicompost en la mezcla no debe
exceder el 5% del volumen total de la mezcla
utilizada para llenar las bolsas (Hidalgo et al., 2009).
Otros componentes como la arena lavada de
río cumplen la función principal de incrementar la
densidad aparente, ello en el caso de efectuar mezclas
con otros componentes de bajo peso. Debe tenerse
presente que la arena, al mezclarse con otros
materiales, disminuye el espacio gaseoso y la
retención de humedad, lo cual se agrava en las
mezclas con materiales de tamaño de partícula muy
diferente.
La propagación de algunas especies de
plantas frutales se lleva a cabo en recipientes tipo
bandeja o, más recientemente, en tubetes, donde se ha
popularizado el empleo de la turba que se importa
para Venezuela desde Estados Unidos ó Canadá.
Existen yacimientos de este material en el estado
Delta Amacuro, sin embargo, debemos tomar en
consideración la enorme presión que se viene
ejerciendo a nivel mundial, especialmente en Europa,
para detener la extracción de este material de las
turberas o sitios de origen del mismo, dado el
negativo impacto que se ejerce sobre estos
ecosistemas. Esto hará que la turba se haga menos
disponible a mediano plazo (Neal, 1999); de allí que
la búsqueda de sustratos alternativos debe continuar
y, para tal propósito, el uso de desechos agrícolas y
agroindustriales jugará un papel preponderante.
Una vez seleccionada y preparada la mezcla
de los componentes del sustrato a emplear, es
imperativo, como norma general en el vivero,
proceder a su desinfección, la cual se puede llevar a
cabo por métodos físicos, biológicos o químicos.
En
algunos viveros de producción a nivel nacional se
viene practicando la desinfección con vapor de agua,
aplicándolo a través de tuberías perforadas, ubicadas
en el piso de compartimientos de concreto, la cual,
para desinfectar grandes volúmenes de sustrato,
resulta práctica, relativamente rápida y
económicamente viable. Otra alternativa de
desinfección física es mediante la solarización,
método a través de la cual se potencia el empleo de la
energía solar para generar vapor de agua en un
sustrato prehumedecido y cubierto herméticamente
con una lámina plástica.
La desinfección química, empleando
diferentes productos disponibles en el mercado, puede sustituir al método
por vapor de agua, sin embargo los
organismos causantes de enfermedades resultan más
difíciles de controlar por esta vía, mientras que se
reducen eficientemente los insectos, nemátodos y
semillas de malezas (Bilderback, 1982).
La desinfección biológica puede llevarse a
cabo mediante el uso de hongos tales como
Trichoderma spp (Bettiol, 2006) y Paecilomyces
lilacinus (Visalakshi et al., 2002), para el control de
hongos y nematodos fitopatógenos, respectivamente,
en la mezcla de sustrato. En el vivero de frutales del
INIA Anzoátegui se han empleado ambos
biofungicidas en la producción de plantas de merey,
con resultados muy satisfactorios.
En el vivero, resulta de suma importancia
disponer de áreas adecuadas para la recepción y
desinfección del sustrato a emplear, las cuales deben
estar preferiblemente aisladas del suelo. De igual
manera, y no menos importante, el área destinada a la
mezcla de los componentes y llenado de las bolsas
debe ser de piso con placa de concreto, la cual debe
permanecer suficientemente limpia de manera de no
volver a incorporar al sustrato una fuente de plagas,
patógenos causantes de enfermedades y/o semillas de
malezas. Esta placa debe ser lo suficientemente alta
para evitar se contamine con agua de escorrentía del
suelo adyacente y preferiblemente techada para mejor
conservación de la humedad del sustrato y para
comodidad del personal responsable del llenado de las
bolsas. La operación de mezclado, tradicionalmente
efectuada con palas en muchos de los viveros a nivel
nacional, puede realizarse mediante el empleo de
trompos o equipos rotatorios, donde debe prestarse
especial atención al tiempo de rotado, para evitar
sobremezclar los componentes, generándose cambios
en el tamaño de partículas (Evans y Fonteno, 1999).
Dado el gran consumo de agua y fertilizantes
en la fase de vivero, y lo poroso que debe ser la
mezcla del sustrato utilizado, una gran cantidad de
esta agua y abonos se pierde por lixiviación, con todo
el potencial de contaminación de las aguas
subterráneas que esto representa. En tal sentido, es
importante contar con alternativas de manejo que
permitan minimizar la cantidad de agua y fertilizante
perdida, propiciando al mismo tiempo la captura y
reutilización de lo drenado. En tal sentido, existen en
el mercado mantos sintéticos para cubrir la superficie
del solario donde se colocarán las bolsas, los cuales
permiten recoger y dirigir el agua drenada desde los envases después de
la operación de riego, para ser
almacenada en lagunas para su reutilización.
Como colofón, se puede afirmar que del
esfuerzo mancomunado entre los institutos de
investigación del país y del apoyo público y privado,
dependerá el que se lleve a un nuevo nivel la industria
de viveros a nivel nacional.
CONCLUSIONES
La producción de plantas frutales en vivero a
nivel nacional amerita el trabajo mancomunado de las
diferentes instituciones que llevan a cabo
investigación en el tópico, sumando esfuerzos las
empresas públicas y privadas en pro de uniformizar
criterios técnicos que garanticen plantas de alta
calidad fenotípica, genotípica y fitosanitaria, al menor
costo. Los viveristas deben ir a la par de los muchos
logros alcanzados hasta ahora en la investigación y
viceversa. Los procesos de extensión deben continuar
consolidándose, de manera que las universidades e
institutos de investigación agrícola continúen siendo
generadores del conocimiento a ser aprovechado por
la industria de viveros, para beneficio de la
producción frutal de Venezuela.
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Copyright 2009 - Revista Científica UDO Agrícola
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