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Entomotropica
Sociedad Venezolana de Entomologia
ISSN: 1317-5262
Vol. 19, Num. 2, 2004, pp. 65-77
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Entomotropica
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Vol. 19, No. 2, Aug ,2004, pp.65-77
Historia de la Entomología Médica
C.E. Machado-Allison
Instituto de Estudios Superiores de Administración IESA. Avenida IESA,
Edifi cio IESA. San Bernardino, Caracas 1010, Venezuela
Carlos Machado Allison. Biólogo, Universidad
Nacional Autónoma de México (1960); PhD University
of Notre Dame (1971). Ex-Director de la Escuela de Biología
y del Instituto de Zoología Tropical de la Facultad de
Ciencias de la UCV; ex-Presidente del Fondo Nacional de Investigaciones Agropecuarias;
Asesor Temporal de la OSP; Especialista del Instituto Interamericano
de Cooperación para la Agricultura en América
Central. Actualmente Director de Investigaciones del Instituto de
Estudios Superiores de Administración (IESA).
Code Number: em04011
Los principales actores de esta breve historia jamás pensaron que poco
más de un siglo después de sus descubrimientos, la ciencia y
la tecnología tendrían el grado de desarrollo que hoy percibimos.
En el umbral de una nueva etapa, que algunos ya han bautizado como la era biotecnológica,
empleamos imágenes satelitales y sistemas de información para
ubicar criaderos de mosquitos o llevar registros epidemiológicos. Los
brotes de cualquier enfermedad transmisible son conocidos por todos los países
pocas horas después de ser diagnosticado el primer caso. La información
disponible sobre el código genético de muchos insectos transmisores
de enfermedades, aspectos de su biología, ecología, sistemática
o capacidad vectorial, crece en forma vertiginosa y es comunicada tanto a través
de las revistas científicas, como por medios electrónicos.
Hace ya años que el fenómeno de la resistencia a los insecticidas,
y sus bases genéticas, son parte del conocimiento rutinario que recibe
un estudiante. Sin embargo este breve viaje al pasado, que implica buscar cosas
en el arcón de los recuerdos o releer libros antiguos, tiene su también
su justificación: predecir el futuro, una de las cosas que se espera
de la ciencia, sólo es factible si conocemos algo del pasado.
Al iniciarse el siglo XXI y en plena revolución tecnológica, las
estadísticas indican que las primeras causas de mortalidad son las enfermedades
degenerativas y los accidentes. Las dolencias transmitidas e infectocontagiosas,
por siglos la primera causa de morbilidad y mortalidad, han perdido la importancia
estadística del pasado gracias al descubrimiento de sus causas y el
desarrollo de un impresionante arsenal tecnológico que incluye medidas
preventivas, vacunas y drogas de extraordinario poder. Sin embargo las enfermedades
transmitidas por los artrópodos siguen siendo importantes en muchos
países y el riesgo del retorno de ciertas epidemias, o el surgimiento
de nuevas, aún es elevado. Más de 1.000 millones de personas
viven en condiciones de pobreza, la mayoría de ellas en creciente hacinamiento
en las zonas marginales de las grandes ciudades del planeta. Esta situación
no emite señales alentadoras.
Apenas para ilustrar lo anterior, en las zonas rurales de los países
andinos, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela la población
por debajo de la línea de pobreza (Figueroa, 1998) era en 1965, respectivamente
85, 54, 65, 68 y 36 por ciento. Un cuarto de siglo después las cifras
correspondientes eran 97, 45, 65, 75 y 58, es decir bastante peores en la mayoría
de los países. En América Latina, de nuevo en referencia a la
población rural, el 61% de la población carece de servicios de
salud, 54% de agua potable y 83% de alcantarillado u otras formas de disposición
moderna de desechos.
En abril del 2002 la Organización Mundial de la Salud informaba desde
Ginebra y a través de la prensa que unos 2,500 millones de personas
se encuentran expuestas al dengue en la actualidad. En el continente americano
se registraron 609 mil casos en el año 2001 y de ellos aproximadamente
15,000 de tipo hemorrágico. Estas cifras duplican a las registradas
en el año 1995. Por otra parte, además del vector tradicional,
Aedes aegypti, otra especie con hábitos diferentes, Aedes albopictus
ha sido introducido en varios países de América Latina y el Caribe.
Este riesgo ya había sido planteado en la década de 1970 debido
al incremento del comercio internacional y la práctica de importar neumáticos
usados por países pobres.
El arsenal de armas tecnológicas disponibles no ha evitado las epidemias
recurrentes. El caso del dengue, el periódico resurgimiento de la malaria
en muchos países, los brotes esporádicos de diversas virosis
y la ocasional aparición de la peste bubónica ilustran lo anterior. Los primeros casos de dengue
hemorrágico fueron registrados en Manila y Bangkok en 1954; a comienzos
de la década de 1980 un brote de la misma enfermedad azotó a
Cuba y en los siguientes años se extendió por buena parte de
la América tropical donde el transmisor, Aedes aegypti, es abundante
en numerosas ciudades.
Los piojos y la sarna han retornado a nuestras escuelas y el número de
casos en los barrios más pobres es elevado. La ecología humana
y la epidemiología se fusionan en la actualidad con la entomología
médica y otras disciplinas para generar nuevos e importantes conocimientos
para controlar o eliminar las enfermedades transmitidas por insectos. Se han
ganado muchas batallas, pero la guerra continuará mientras exista pobreza
y hacinamiento; los riegos persistirán mientras que el hombre efectúe
incursiones en zonas selváticas, estableciendo contacto con los hospedores
o reservorios de diversos patógenos. El hombre ha roto el equilibrio
en muchos sistemas ecológicos y las consecuencias tendrán necesariamente
un costo. Para 1992 la OPS reconocía mas de 200 enfermedades transmisibles
y no menos de 100 virosis transmitidas por insectos y ácaros (OPS, 1992),
otras serán descubiertas en el futuro.
El mundo moderno nos plantea nuevos retos. Ya hemos mencionado la introducción
de un vector en otro continente como resultado de ciertas prácticas
de comercio. La globalización implica un crecimiento continuo del comercio
internacional, el turismo y en general el movimiento de bienes, servicios y
personas entre y dentro de los países. El contacto de inmigrantes sin
resistencia genético-inmunológica con vectores y reservorios
naturales de ciertas enfermedades es intenso y nada indica que se reducirá en
el futuro inmediato. El estudio de los transmisores, desde la gran diversidad
de enfoques posibles en la actualidad, es y seguirá siendo importante.
Una mirada al pasado
La historia de la entomología médica puede ser relatada de modos
muy distintos. El enfoque clásico ha sido el seguimiento formal de las
referencias, directas o indirectas, de las observaciones y descubrimientos
sobre el papel de los insectos y otros artrópodos en la transmisión
de enfermedades, o en la generación de molestias físicas al hombre.
Así, Herms (1934) en su clásico "Medical Entomology" cuya primera
edición apareció en 1915, ubica en el Antiguo Testamento, versión
King James, la primera referencia escrita sobre los insectos como un factor
de perturbación para los seres humanos. Sin embargo, casi que con certeza,
podemos asegurar que existe una historia no escrita, transmitida en forma oral,
en muchas culturas. Obviamente nuestra visión no puede ser otra que
la derivada de la tradición judeo-cristiana y la llamada cultura occidental.
En el "Papiro Ebers", unos 1500 años antes de Cristo, existe una descripción
razonable de algo que parece ser paludismo y luego Hipócrates, aproximadamente
400 a.C. describe con lujo de detalles esta enfermedad. Entonces las fuentes
son duales, por una parte los artrópodos per se, por la otra el conocimiento
de las enfermedades cuya transmisión por parte de los insectos sería
demostrada siglos después. Una evidencia de ese conocimiento, usualmente
no registrado, fue consignado por el famoso explorador inglés Livingstone
(1813-1873) quien relató que el Jefe Sebituane de los Makololo le señaló:
"Tu ganado ha sido picado por la mosca tsé-tsé y seguramente
morirá".
Obviamente este jefe era poseedor de un conocimiento tradicional que apuntaba
a la existencia de un elemento causal, no mágico, de la enfermedad del
sueño y además que las moscas del género Glossina jugaban
un importante papel en la misma. Es posible especular, en este y otros casos,
que el conocimiento tradicional orientó las pesquisas posteriores.
En ese mismo contexto no son raras las referencias al uso de repelentes y otras
formas de evitar la agresión de insectos hematófagos, mosquitos
en particular. Por ejemplo Gumilla (1791) relata que hacia 1716 encuentra que
los indígenas de las riberas del Orinoco utilizaban una pasta elaborada
a partir de Bixa orellana (ajiote, onoto) como forma de protección,
así como los indígenas de América del Norte empleaban
el aceite de pescado como repelente y muy probablemente las vestimentas blancas
y largas de los árabes hayan jugado un papel similar al de los mosquiteros
en los oasis donde pululaban hordas de mosquitos (Machado-Allison, 1987).
Gumilla describe, quizás con exageración, la relación de
los indígenas con los insectos vulnerantes:
"Lo mismo es dexar el golfo y entrar por el Orinoco, ó por
cualquier otro rio de tierra caliente, para entrar en una fiera
batalla con varias clases ó especies de mosquitos, que
todos tiran a chupar la sangre, y algunos mucho mas. Durante
el día, pueblan el ayre y se llena la cara, las manos
y quanto hay al descubierto, de mosquitos grandes que llaman
zancudos…a mas de estos, persiguen al hombre otros exercitos
de mosquitos llamados jejenes…otros del tamaño
de granos de pólvora fina, que llaman rodadores. Estas
tres especies de mosquitos, a mas de la sangre que hurtan,
dexan una comezón rabiosa. Pero la cuarta plaga..."
y sigue Gumilla describiendo un pequeño infierno tropical donde a los
mosquitos, suma tábanos, niguas, garrapatas, moscas responsables por
miasis o gusaneras e incluso describe a los "pitos" o chipos como son conocidos
los triatominos en Venezuela.
Casi en el terreno de lo anecdótico tenemos
algunas referencias adicionales sobre los insectos, enfermedades y molestias
causadas. Núñéz de Cáceres en 1823 se refiere a
las pulgas de Caracas entre otras situaciones desagradables de la ciudad. Humboldt
en su famoso viaje a Venezuela (1799) toma muestras de pulgas y niguas que
serán luego descritas en Europa. Una interesante recopilación
de este período fue realizada por Tello (1968).
Existe otro enfoque, menos explorado, y el mismo se refiere al impacto que estas
enfermedades han tenido sobre la historia universal. En un trabajo previo(Machado-Allison,
1987) recopilamos algunos eventos importantes, tanto que cambiaron el curso
de la historia y donde los mosquitos jugaron un papel protagónico. Entre
ellos vale la pena recordar la muerte de Alejandro Magno a causa del paludismo
y la desintegración de su breve imperio, las consecuencias de la muerte
de Cromwell en 1658 en plena revolución inglesa. No menos interesante
es el proceso de independencia de Haití donde frente a la sublevación
de los esclavos, Inglaterra decide aprovechar la situación y aumentar
su presencia en el Caribe enviando a Whitloke con una tropa de aproximadamente
80.000 hombres. La fiebre amarilla los derrota y el proceso independentista
avanza con Toussant L' Overture y cuando Napoleón decide reconquistar
Haití envía al General Leclerc quien es derrotado por los mosquitos
y la guerrilla al mando de Dessalines.
Otros ejemplos de la importancia de las enfermedades transmitidas por insectos
han sido recogidas en los textos de historia. Apenas como ejemplo Perícles
es una de las víctimas de la epidemia de peste de 429 a.C., así como
Claudio en la del 269 d.C. La peste recorrió Asia y Europa varias veces
determinando cambios históricos importantes. El imperio de Justiniano
(527-565 d.C.) casi colapsa por la peste y se supone que Atila, en el año
452 después de conquistar Roma se retira debido a la malaria. San Beda,
uno de los cronistas mas interesantes del medioevo, cita epidemias de peste
en Inglaterra en los años 664,672, 678 y 683. Las cruzadas nacen después
de una feroz epidemia en 1094 acompañada de una profunda desorganización
social en Europa y concluyen con la muerte de Luis IX en Túnez debido
a la malaria. El Decamerón es escrito durante la epidemia conocida como
la "muerte negra" que recorrió Asia y Europa determinando la muerte
de un tercio de la población entre 1347 y 1370. Algunos registros británicos
indican que en algunas ciudades fallecieron dos de cada tres habitantes.
El tifus, transmitido por los piojos, es probablemente una vieja enfermedad
que se hace muy evidente al aumentar la densidad de la población y el
contacto físico entre las personas en condiciones de hacinamiento y
pobreza. En 1528 el tifus barre con el ejército francés en Nápoles
y en la guerra de 30 años, en particular hacia 1648, el tifus causa
muchas más víctimas que las batallas. Napoleón es derrotado
en Rusia en 1812 por una combinación de piojos, guerrillas y frío.
Sus tropas traen de vuelta una epidemia de tifus que afecta buena parte de
Europa hasta 1816. El tifus y la fiebre de las trincheras fueron importantes
durante la primera guerra mundial (1914-1918) y sin duda la malaria fue un
enemigo común de los japoneses y los aliados en Burma, el sudeste asiático,
Filipinas y algunas islas del Pacífico durante la segunda (1938-1945).
No menos importante es la historia del Canal de Panamá y el nacimiento
de esta nación, así como los resultados de la guerra hispano-americana
que marca la independencia de Cuba. En ambos casos la fiebre amarilla y Aedes
aegypti constituyen factores importantes en la geopolítica de la época.
Lesseps con el apoyo financiero y político de Francia inicia las obras
del canal de Panamá en 1880. Tras ocho años de trabajos y miles
de muertos por fiebre amarilla, el proyecto es abandonado. Buneau-Varilla le
vende la idea a los Estados Unidos. Luego Panamá se separa de Colombia
y en 1905 Gorgas logra sanear el área y el proyecto concluye con éxito.
El éxito de Gorgas tuvo como antecedente inmediato la secuencia de investigaciones
que iniciadas por Carlos Finlay (18331915), culminan en la demostración
fehaciente del papel de Aedes aegypti en la transmisión
de la fiebre amarilla por el equipo formado por Reed, Lazear, Agramonte y Carroll
en La Habana. La creación de la "Comisión para el Estudio de
la Fiebre Amarilla" y el financiamiento de los Estados Unidos a la misma fue
determinada por las epidemias registradas entre 1895 y 1900 que determinaron
mas bajas entre los soldados españoles y norteamericanos que las balas
(Machado-Allison, 1987).
Las enfermedades transmitidas por artrópodos fueron una de las grandes
barreras a la expansión colonial europea en Africa y Asia. El elevado
número de víctimas de la malaria, la enfermedad del sueño,
filariasis, peste bubónica y otras enfermedades, motivó, particularmente
en Inglaterra, el desarrollo de la medicina tropical. Este interés por
el trópico se traduce en inversiones tanto en capital humano como en
expediciones y estudios efectuados durante el período victoriano, animados
a su vez por la revolución industrial. Esto determina que Africa, India
y el sur de Asia fueran el escenario de los primeros descubrimientos importantes
en el campo de la entomología médica. La revolución industrial
llega tarde a la península ibérica donde entre la inquisición
y otros factores bien estudiados, el desarrollo de la ciencia y la tecnología
estuvo a la zaga de los restantes países de Europa.
Primero el desarrollo de un servicio de medicina colonial y luego la creación
de escuelas de medicina tropical junto al financiamiento de viajes de exploración
o comisiones para investigar ciertas enfermedades, fueron acciones políticas
explícitas desde mediados del siglo XIX hasta la gradual disolución
del Imperio Británico. De allí el importante papel que jugaron
los investigadores ingleses, Manson, Ross, Christophers, Bruce, Leishman y
otros, que la historia identifica como los padres de la entomología
médica.
Es casi inexistente la información en el mundo occidental, entre Hipócrates
y Mercurialis, sobre el papel de los insectos en la transmisión de las
enfermedades. Entre las ideas mágicas y la teoría miasmática
transcurre un prolongado lapso. La teoría miasmática toma cuerpo
en los siglos XVII y XIX. La misma estuvo animada por una lógica muy
razonable para aquellos tiempos: la incidencia de muchas enfermedades era elevada
en sitios considerados como "insalubres", tal como áreas con abundantes
descargas de aguas servidas, o zonas de periódica inundación.
Se postulaba, en consecuencia, que algo producido en esas "miasmas" era conducido
por el aire y de ese modo se adquirían las enfermedades. La teoría
mismática es formalmente postulada en Grecia y deriva de las escuelas
de Cos y Cnidos, de los cuales Hipócrates y Galeno son los principales
exponentes. Al origen miasmático, los griegos sumaron la predisposición
individual asociada a los hábitos personales y una tercera causa, que
es el contagio (Le Rich & Milner, 1971). Es interesante observar que hasta
los experimentos de Pasteur, es decir por más de 2.000 años,
estas tres ideas dominaron la historia de la medicina.
El contagio, antigua hipótesis para cierto número de enfermedades,
tiene su propia historia. Así como los griegos apuntaron hacia las infestaciones
con piojos, la peste y algunas infecciones oculares, luego entre los árabes
destaca Rhazes o Ráses (850-923) que incluye la viruela y otras enfermedades
eruptivas. Mas elaboradas son las apreciaciones de Gui de Chauliac en Avignon
sobre la peste y sus distintas manifestaciones (neumónica y bubónica)
y Fracastorio de Verona a comienzos del siglo XVI, quien sostenía que
cada enfermedad era causada por un agente distinto, concebido como un elemento
químico y además planteaba tres formas de abordar el tratamiento:
destrucción de esos factores o "gérmenes" mediante calor o frío;
su eliminación del cuerpo humano y su neutralización empleando
medicinas.
La obra de Fracastorio de acuerdo a Le Rich y Milner es realmente monumental
en la comprensión de las enfermedades y es además un punto de
partida muy importante en el desarrollo de la epidemiología. Las contribuciones
de Fracastorio son complementadas por Sydenham (1624-1689) que es considerado
como el padre de la epidemiología por sus agudas observaciones sobre
disentería, gota, malaria, viruela, sarampión, sífilis
y tuberculosis. Sin embargo aún con estos avances, siguió dominando
la teoría miasmática hasta que Pasteur y los héroes de éste
relato, los entomólogos demostraron el papel de diversos microorganismos
en muchas enfermedades y sus formas de transmisión.
Los pioneros
Algunas observaciones puntuales se alejan de la teoría miasmática:
Columella (100 d.C.) asocia a los mosquitos, con los pantanos y las fiebres
en Roma. Mercurialis en 1577, no acierta al sugerir que las moscas juegan algún
papel en la transmisión de la peste, pero es innovador al pensar en
una vía distinta al contagio por contacto directo o a través de aire. En 1587 Gabriel Soares de Souza, cree que las moscas
pueden transmitir ciertas úlceras, hipótesis corroborada tres
siglos después por Castellani en 1907 quien identifica a Treponema
pertenue como el agente responsable (Herms, 1934).
Sin embargo había buenas razones para seguir pensando que en las miasmas,
la basura, la suciedad en general y el hacinamiento se encontraba la explicación
a muchas enfermedades. Es en realidad un enfoque ecológico válido
hasta nuestros días, aunque los agentes causales no sean, per se, estos
factores. Chadwick (1800-1890) y la bien conocida organización victoriana,
la National Board of Health, abordaron los problemas urbanos de salud pública
desde esa óptica y fueron responsables por normas y leyes dirigidas
a mejorar las condiciones de vida, bajo la premisa que si la suciedad no era
la causa de las enfermedades, sin duda contribuía significativamente
a mantenerlas y distribuirlas (Winslow, 1943).
Nunca sabremos cuanta influencia pudieron tener las ideas, observaciones e hipótesis
previas sobre las observaciones de Patrick Manson, pero la mayoría de
los estudiosos coinciden en designarlo como el padre de la entomología
médica. Los antecedentes inmediatos pueden ser ubicados, en sucesión,
sobre Henry Hawks quien en 1572 informaba a la metrópolis, desde el
golfo de México, que tras el ataque de mosquitos, seguía enfermedad
y muerte (Gillet, 1971); Josiah Nott que postuló en 1848 que los mosquitos
transmitían tanto la malaria como la fiebre amarilla; Beauperthuy en
Venezuela que publicó en 1854, en la "Gaceta de la Ciudad de Cumaná" una
magífica explicación sobre la transmisión de la fiebre
amarilla por los mosquitos derivada de agudas observaciones y Raimert quien
en 1869 muestra experimentalmente la posibilidad de transmitir antrax a través
de partes de moscas trituradas.
Naturalmente para los venezolanos el papel jugado por Louis Daniel Beauperthuy
(1807-1871) tiene particular importancia y varios autores se han ocupado del
tema, entre los más recientes y bajo un enfoque distinto, destacan Lemoine
y Suárez en 1984. Estas autoras publicaron un interesante ensayo sobre
este médico de nacionalidad francesa, nacido en Guadalupe y que vivió buena
parte de su vida en Venezuela. Cuestionó la teoría miasmática
tan temprano como 1854 en la Gaceta de Cumaná y luego en 1856 en los
Comptes Rendus de la Academia de Ciencias de París.
La literatura sobre Beauperthuy es abundante y destacan los trabajos de Archila
(1953 y 1961), la detallada recopilación efectuada por su biznieta Rosario
Beauperthuy de Benedetti (1964), Sanabria (1975) y otros. Beauperthuy no sólo
sugiere que los mosquitos pueden ser los responsables de la transmisión
de la fiebre amarilla, sino también de la malaria. Su certidumbre trasciende
lo teórico y en 1868 le escribe a la esposa del General Monagas:"...guarnecer
las camas de su familia con un mosquitero que deberá estar
herméticamente ."(Lemoine y Suárez, 1984) prueba que
aplicaba su convicción mediante recomendaciones preventivas tan efectivas
como lo demostrarán experimentalmente Reed y sus colaboradores en la
La Habana en 1901.
Lemoine y Suárez (1984) utilizan en caso de Beauperthuy para analizar
el tema de la resistencia académica a las nuevas ideas. Ya hemos visto
que esto no se aplicó, en el caso de la entomología médica
exclusivamente a Beauperthuy. Pasteur y Patrick Manson viven la misma situación
y nos preguntamos si no ocurrió lo mismo con Josiah Nott, Raimert y
muchos otros.
Los mosquitos y la fiebre amarilla no son el único interés de
Beauperthuy. Su familia era originaria de Guadalupe donde nació en 1807
y después de cursar estudios en Francia obtiene una comisión
del Museo de Historia Natural de París para realizar colecciones en
Guadalupe y Venezuela. Visitó en varias oportunidades Cumaná,
Maturín y algunas zonas cercanas al Orinoco. En 1842 se casó en
Cumaná con Ignacia Sánchez y convalidó su título
en Caracas en 1844. Se desempeñó como médico, profesor
en el Colegio Nacional de Cumaná y hasta Inspector Químico de
Minas. En 1853, a raíz de una epidemia de fiebre amarilla fue designado "Médico
de Sanidad" y por años fue, sin duda, la referencia médica de
la zona oriental de Venezuela y por consiguiente sus intereses y escritos cubren
muchos temas: lepra, cólera, fiebre amarilla y ácaros.
No faltaron intereses económicos como la explotación de una salina
en Araya y diplomáticos como su designación como agente consular
de Francia en Cumaná. Beauperthuy realizó numerosos viajes al
Delta del Orinoco, centro y sur del actual estado Monagas, Upata y muchos otros
sitios (Lemoine y Suárez). La curación de la lepra fue probablemente
el tema médico que más le interesó y en 1870 es invitado
por el gobierno británico a establecerse en la Guayana Británica
y en 1871 lo hizo en Bartica Point, frente al leprocomio de Kaow sobre el río
Esequibo donde murió, posiblemente de un derrame cerebral en septiembre
de 1871.
Las ideas y la figura de Beauperthuy motivaron, años
después de su muerte un interesante debate con numerosas cartas y notas
que involucraron a Ronald Ross, Balfour, Siedelin, Agramonte y otros autores,
incluyendo al editor de The Lancet y otras revistas. El tema, obviamente la
paternidad sobre el descubrimiento del papel de los insectos en la transmisión
de enfermedades. Destaca una carta de Ronald Ross al editor de The Lancet en
1915 (MSAS, 1964) en la cual reconoce no haber citado a Beauperthuy entre los
precursores y luego señala algunos antecedentes poco conocidos, pero
que ilustran que la relación entre mosquitos y enfermedades estaba en
la mente de muchas personas. Ross cita a Lancisi que planteó ideas similares
en 1717, a King (1883) quien esgrimió también buenas razones
para involucrar a los mosquitos y luego a una ordenanza en Freetown, Sierra
Leona de 1812 para efectuar labores de saneamiento ambiental con el propósito
de evitar la formación de aguas estancadas lo cual "genera enfermedad
y mosquitos en la ciudad".
Otros médicos en Venezuela, aquí y allá, efectuaron observaciones
o adaptaron las innovaciones de la época (Alegría, 1965). Apenas
como ejemplo Siegert (17961870), un médico originario de Silesia refiere
la existencia de fiebres y vómito negro (fiebre amarilla) en la región
guayanesa en 1820. Este personaje, entre otras cosas, inventó el famoso "Amargo
de Angostura", que luego producido en Trinidad, persiste hasta nuestros días
en cocinas y bares. Benítez (1808) introduce en los valles de Aragua
el uso de la quina, identificando la planta y preparando infusiones para aliviar
a los enfermos de paludismo y se hace famoso por ello. José María
Vargas describe un caso de miasis y de allí que entre en nuestro relato,
además de haber sido Presidente de la República y Rector de la
Universidad.
Pero debemos regresar a Patrick Manson (1844-1921) quien es el primero, en 1876-77
en efectuar experimentos y observaciones en China que no dejaron lugar a dudas
sobre la transmisión de una filaria, Wuchereria bancrofti, por parte
de un mosquito, Culex fatigans. El trabajo de Manson es publicado en 1878,
un año después que Pasteur en 1877 postulara la "teoría
de los gérmenes" iniciando una de las mayores revoluciones científicas
y tecnológicas de la historia universal. Manson es un personaje fascinante.
Graduado en Escocia viaja a Formosa (Taiwán) en 1866 como parte del
contingente de "médicos coloniales" que el Imperio Británico
va colocando en sitios de importancia estratégica para velar por la
salud de sus connacionales, no por la de los habitantes de las colonias. En
1871 se traslada a Amoy como consecuencia de un conflicto con el Cónsul
de su país que le reclamaba el destinar buena parte de su tiempo a atender
chinos y no ingleses.
En Amoy permanece 11 años en permanente conflicto, entre otras cosas
por entrenar jóvenes chinos en las técnicas de la medicina occidental.
En 1875 viaja brevemente a Inglaterra donde refresca conocimientos y lee el
trabajo de Lewis sobre las filarias responsables de la "filariasias bancroftiana" que
en sus fases mas avanzadas determina la llamada elefantiasis. Tantos casos
había en el sur de China que Manson, sólo en el año de
1874, efectuó 237 operaciones para extirpar las tumoraciones causadas
por las filarias.
En forma sistemática Manson estudia muestras de sangre tomadas cada tres
horas durante 14 días en varios pacientes. Así descubre la actividad
rítmica de las filarias. Estudia la distribución de la enfermedad
y otros componentes de su epidemiología y llega a la conclusión
que las filarias sólo podían ser transmitidas por un insecto
alado, chupador de sangre y activo durante las noches y a las horas en las
cuales el número de filarias en la sangre era elevado. El candidato
resultó ser Culex pipiens fatigans. Manson se dedicó a destripar
mosquitos y encontró a las filarias enquistadas en el tórax de
los mismos. Carente de formación entomológica le escribió al
Museo Británico pidiendo un libro sobre mosquitos. La respuesta pertenece
al rico anecdotario de la entomología. La carta, que llegó seis
meses después decía: "...no existen libros sobre mosquitos,
pero le estamos enviando uno sobre cucarachas con la esperanza que el mismo
le sea útil en sus investigaciones".
Finalmente Manson envía sus resultados a la Linnean Society donde es
leído por Cobbold en 1877. Cuenta su yerno, Manson-Bahr (1956) que uno
de los asistentes a la reunión donde se presentaron los resultados de
Manson señaló que esas eran "Las emanaciones de un médico
escocés borracho en la lejana China, donde, como todo el mundo sabe,
se toma demasiado Whisky". No sin oposición, como en el caso de Beauperthuy,
el trabajo de Manson se publica en 1878 en el Journal of the Linnean Society
of London. Nace formalmente la entomología médica.
La relación de Manson con los chinos fue siempre muy armónica
y entre sus amigos se encontraba Sun-Yat-Sen, uno de los primeros médicos
orientales graduado en occidente. Sun-Yat-Sen, expulsado de Macao por sus actividades
subversivas contra los mandarines, llega a Londres y es secuestrado por empleados
de la legación de China. Manson alerta al gobierno y mediante la intervención
de Lord Salisbury, se logra su libertad. Manson suponía, y así lo
manifestó que la intención detrás del secuestro de Sun-Yat-Sen
era su asesinato. Años después, en 1907, organiza el Kuomintang
y en 1911 se transforma en el primer Presidente de China.
La relevancia de la intervención de Manson salvando la vida de Sun-Yat-Sen
resultó muy importante en la historia contemporánea, no sólo
por que este se transformó en el primer Presidente de China, sino por
que además se casó con Chiang Ling Soon, hermana de Mai Ling
Soong que a su vez sería la esposa de Chiang-Kai-Chek primero exilado
y luego Presidente de la República China en Taiwan cuando Mao-Tsé-Tung
tomó el poder. Después de la muerte de Sun-Yat-Sen en 1925, su
viuda siguió los pasos de Mao y llegó a ser Vicepresidenta de
la República Popular China. El tercer hermano, T.V. Soong, que acompañó brevemente
a Sun-Yat-Sen, tomó un tercer camino y llegó a ser el banquero
más influyente del sudeste asiático.
En 1889 Manson regresa a Inglaterra. En 1897 es designado médico de la
Oficina Colonial donde gestiona recursos para enviar a Ronald Ross (1857-1922)
a la India, otro peculiar personaje que combinaba la poesía y la novela,
con el estudio de las enfermedades. Ross, animado por Manson y la evidencia
del papel de los mosquitos en la transmisión de la filariasis, así como
por el descubrimiento de los plasmodios por Laveran (1880) descubre rápidamente
(1897) que los Anopheles son los transmisores de la malaria.
Sir Ronald Ross recibe el Premio Nobel por sus investigaciones y en 1900 Sambon
y Low demuestran experimentalmente la transmisión.
Entre el trabajo de Manson y el de Ross surge nueva evidencia del papel de los
artrópodos en la transmisión de las enfermedades. En efecto,
en 1889 Smith descubre que un protozoario, Babesia bigemina,
es el responsable por la "fiebre del ganado de Texas" y en 1893 Smith y Kilbourne
encuentran que el transmisor es una garrapata, Boophilus annulatus.
En 1895 Bruce ofrece pruebas de que la transmisión de la Nagana, una
tripanosomiasis, era transmitida de un animal a otro por Glossina
morsitans o "mosca tsé-tsé" y en los primeros años
del nuevo siglo, Forde, Dutton, Bruce y Nabarro involucran a Trypanosoma gambiense como
el agente causal de la enfermedad del sueño y a Glossina palpalis como
su transmisor.
En 1898 Simond efectúa un experimento que abre opciones para controlar
la enfermedad que más muertes humanas había causado a lo largo
de la historia. En efecto logra probar que la transmisión de la peste
entre las ratas es realizada por pulgas (Xenopsylla cheopis),
lo que luego es confirmado por Verjbitski en 1903 y Liston (1905). A partir
de estos descubrimientos,
combinados por la identificación de la bacteria responsable, Pasteurella pestis en
forma independiente por Kitasato y Yersin en 1894, se abre la esperanza, en
buena medida lograda en nuestros días, de eliminar esta terrible enfermedad.
Primero mediante el control de ratas y luego de las pulgas mediante fumigaciones
en las ciudades, así como medidas cuarentenarias en los puertos.
La investigación entomológica corre en forma paralela al desarrollo
de la microbiología. Aunque existen observaciones previas al trabajo
de Pasteur (1822-1895), como la identificación del agente causal de
la lepra por Hansen en 1868, es Louis Pasteur quien en 1879 identifica estafilococos
en un medio de cultivo y además realiza demostraciones dramáticas
para demoler la teoría miasmática ilustrando el papel de los
microorganismos como agentes causales tanto de enfermedades, como de los procesos
de fermentación. Koch en 1878 identifica a los estafilococos; Laveran
(1880) a Plasmodium malariae; Neisser (1879) a
los gonococos; Koch (1882) a Mycobacterium tuberculosis y en
1883 a Vibrio cholerae; Dutton (1901) a Trypanosoma
gambiense, y así sucesivamente.
Manson, junto a Lister y otros investigadores de la época logran vender
la idea que sin investigación básica y educación en medicina
tropical, el desarrollo y obviamente la explotación eficiente del amplio
imperio colonial británico tendría muchos obstáculos.
En 1899 es creada la Escuela de Medicina Tropical de Londres por donde pasarían
figuras del calibre de Ronald Ross, Sir Rickard Christophers, Manson-Bahr,
P.C.C. Garnham, Wigglesworth, Buxton, Bruce-Chwatt, Muirhead-Thompson, Hopkins,
Davidson y muchos otros entomólogos y tropicalistas de primera línea.
No puedo menos que recordar la primera vez que entré en el famoso edificio
de Russell Square, adornado con los relieves de los insectos transmisores de
enfermedades, las figuras de Bruce y Leishman, los cuadros de Manson y Ronald
Ross. Días después tuve la invalorable oportunidad de conocer
a Sir Rickard Christophers (1873-1977) que para la época tenía
102 años.
Sir Rickard autor, entre muchas otras obras de una impresionante monografía
sobre Aedes aegypti, publicada cuando estaba en la octava década
de su larga vida, nació cuatro años antes del descubrimiento
de Manson y había participado, a los 25 años, en la famosa comisión
británica en la India que, entre otras cosas, permitió que Ronald
Ross efectuara sus estudios sobre malaria y mosquitos. Christophers le dedicó 82
años a la entomología médica.
Dos años después que Ross demostrara el mecanismo de transmisión
de la malaria, en 1900, el grupo de investigadores dirigido por Walter Reed
(1851-1902) ofrece pruebas inequívocas del papel de Aedes
aegypti en la transmisión de la fiebre amarilla. Jesse Lazear uno
de sus colaboradores muere en La Habana víctima de esa enfermedad en
1901. La fiebre amarilla había azotado periódicamente a La Habana
durante 250 años hasta que se descubre su forma de transmisión
y se inician las labores de saneamiento de la ciudad. Esta enfermedad había
estado presente en El Caribe desde 1644 y entre las referencias existentes
se cita su presencia en La Guaira y Caracas en 1696 (Rojas,1890), donde tal
como había ocurrido con Sir Francis Drake y sus tropas en Santo Domingo
en 1586, los piratas británicos son diezmados por la enfermedad y deciden
dejar en paz a las colonias españolas por algún tiempo.
Herms en 1915 considera que debería designarse a Nuttall como el "padre
de la entomología médica", posiblemente porque él y L.O.
Howard fueron los primeros integrantes del status que integraron la información
existente y la avalaron con su prestigio personal en 1899 y 1901, respectivamente
creando las bases de la entomología médica en los Estados Unidos
de Norteamérica. Este breve relato muestra cuantos padres posibles tiene
la entomología médica.
Los descubrimientos de Manson y Ross, pasan poco percibidos en América
Latina durante muchos años. No así el caso de la fiebre amarilla.
En efecto, Ruíz (1904) autor del libro de texto sobre Higiene, de hecho
uno de los primeros libros sobre epidemiología publicados en América
Latina, toca apenas de pasada a los insectos "vulnerantes", pero refiere con
lujo de detalles los resultados de la Convención Sanitaria Internacional
precedida por la Segunda Conferencia Panamericana (México, 1902). Entre
las resoluciones figura la siguiente: "III. La fiebre amarilla, los mosquitos
y la cuarentena. (a) Se resuelve que las medidas de profilaxis contra la fiebre
amarilla se han de basar en el hecho de que hasta la fecha la picadura de ciertos
mosquitos
es el único medio natural probado de la propagación de la fiebre
amarilla" y luego señala "..que la cuestión de hacer que las
leyes de cuarentena concuerden con la nueva doctrina de infección del
mosquito, se someta a la consideración de la Oficina Sanitaria Panamericana,
para que presente el debido informe en la próxima reunión".
A la par de la escuela tropicalista de Londres, un grupo importante de investigadores
norteamericanos realizan importantes descubrimientos. Ya hemos citado a Theobald
Smith y su papel en el descubrimiento de la transmisión de la fiebre
del ganado de Texas. Luego vendrían importantes contribuciones como
la síntesis de Nuttall (1899) sobre el papel de los artrópodos
en la transmisión de enfermedades y los numerosos trabajos de Ricketts
sobre otras garrapatas y la transmisión de la fiebre de las montañas
rocallosas Rickettsia rickettsi) por parte
de Dermacentor andersoni. (Herms, 1943). Howard en 1901 publica
un libro que podría ser designado como el primer texto de entomología
médica bajo el curioso y extenso título "Mosquitoes: how they
live; how they carry disease; how they are classified; how they may destroyed" (Howard,
1921).
En síntesis no hay un sólo héroe en esta fase inicial de
la entomología médica, sino una razonable larga lista de pioneros
que jugaron distintos papeles en diferentes zonas geográficas. Nott,
Beauperthuy, King, Finlay, Manson, Ross, Christophers, Reed, Agramonte, Lazear,
Carroll, Theobald Smith, Howard, Gorgas, Nuttall, Chagas y muchos otros colocaron
las bases.
Epidemiología, biología y ecología de vectores
Las investigaciones "pioneras" es decir aquellas que tuvieron con objetivo hacer
evidente el papel de los insectos y otros artrópodos en la transmisión
de enfermedades, pronto reciben un nuevo aliado. El estudio de la biología
y la ecología, así como el enfoque moderno, "ecológico" de
la epidemiología. Obviamente no era suficiente conocer a los responsables,
es decir a los agentes causales y sus transmisores, o "vectores" como luego
fueron bautizados. Era indispensable conocer sus ciclos de vida y otros factores
que permitieran el desarrollo de tecnologías dirigidas a controlar o
eliminar la transmisión, así como desarrollar fármacos
orientados a eliminar virus, bacterias o protozoarios.
Este período se imbrica con el anterior hasta nuestros días. Si
bien es cierto que para la gran mayoría de las enfermedades causadas
por bacterias y protozoarios se conocen tanto los agentes causales como sus
vectores, en las arborvirosis aún existe un espacio para el descubrimiento.
Bates (1947) refería nueve virus asociados a insectos; Reeves (1961)
y luego Mattingly (1969) cita la existencia de unos 200 arbovirus conocidos
para la fecha.
El hecho de que para un cierto número de patógenos existan varios
hospedadores, abrió de igual modo nuevas avenidas para la investigación.
En una visión necesariamente antropocéntrica, el estudio de los
patógenos, los distintos organismos involucrados y los factores ambientales,
condujo, inevitablemente, a concepciones más integrales y complejas,
donde el hombre comenzó a ser visto como un eslabón más
dentro de una compleja trama de interacciones, inter e intraespecíficas
y entre los organismos vivos y el ambiente físico. Probablemente le
debemos al ya citado Chadwick y John Howard (17261790), ambos en Inglaterra,
las primeras contribuciones sistemáticas (Le Riche y Milner, 1971) dirigidas
a crear el vínculo, en la actualidad indisoluble, entre el epidemiología
y la ecología. Ambos dedicaron muchos años al análisis
de la frecuencia de ciertas enfermedades y su relación a la dinámica
de las poblaciones humanas, en particular densidad, hacinamiento e incluso
migración.
Mattingly (1969) inicia su libro (The Biology of Mosquito-Bourne Diseases) con
un capítulo cuyo título podría traducirse como "Enfermedades
como sistemas ecológicos". Varias observaciones, todas ellas efectuadas
en el primer tercio del siglo XX, fueron contribuyendo gradualmente a esta
nueva visión de las enfermedades. Entre las más importantes figuran
el hallazgo de la fiebre amarilla selvática en 1930, la gradual certidumbre
que varios roedores, además de Rattus rattus y R.
norvegicus podían ser reservorios de Pasteurella pestis,
así como la existencia de una "peste bubónica selvática
se sumaron al descubrimiento de los complejos ciclos de vida de numerosos céstodos,
tremátodos y protozoarios con su diversidad de formas, hospedadores
intermediarios o reservorios.
El concepto de zoonosis se difunde ampliamente en la década de 1950 y
es capturado por los textos de parasitología, entomología, epidemiología
y medicina en general entre 1940 y 1960. Muchas observaciones interesantes
y enriquecedoras de esta nueva forma de enfocar el estudio de las enfermedades
proceden de eventos que en su oportunidad causaron gran asombro entre los especialistas.
Entre ellos figuran el fenómeno, muy ampliamente debatido entre los
malariólogos en las décadas de 1930 y 1940, del llamado "anofelismo
sin malaria" en el cual participó el venezolano Arnoldo Gabaldón.
Otro fue la introducción de Anopheles gambiae, procedente
de Africa, en el noreste de Brasil hacia 1929.
La discusión sobre el "anofelismo sin malaria" es muy interesante e ilustra
las agudas observaciones de Gabaldón sobre la ecología y la etología
de varios mosquitos y la necesidad de ajustar las estrategias de control (saneamiento
ambiental, uso de cloroquina y fumigaciones) a las mismas (Gabaldón,
1949; 1952; 1969; Gabaldón y Berti, 1954).
En los años siguientes las investigaciones cubren aspectos muy diversos
y el número de publicaciones aumenta en forma extraordinaria. Tan sólo
en mosquitos, hacia 197677 y antes de que las computadoras nos facilitaran
la vida, pasé revista a la biología de los Culicidae y tras leer
unas 4.000 publicaciones, seleccioné 800 de ellas como las más
relevantes en aspectos como genética, rítmos biológicos,
oviposición, diapausa, patrones de vuelo, evolución de la hematofágia,
comportamiento sexual, resistencia a los insecticidas, distribución
geográfica, genética y capacidad vectorial; bioquímica,
cultivo de tejidos, control biológico y algunos temas más. Citar
a cada uno de los investigadores en este proceso de creciente y fino análisis
entomológico y del matrimonio entre diversas disciplinas, escapa a la
extensión de este capítulo. En los 25 años posteriores
la literatura en el campo de la entomología médica incluye otras áreas
como la ingeniería genética, notables avances en epidemiología
y conocimiento de la ecología de vectores, modelos para explicar la
dinámica de las poblaciones y muchos campos más.
Debo, hasta como obligación personal hacia algunos de ellos, citar a
quienes tuvieron influencia directa o indirecta sobre nuestro trabajo: George
Craig, James Kitzmiller, George Davidson, John Belkin y su equipo de taxonómos,
Karl Jordan, Robert Traub, Rupert Wenzel, Angelo Da Costa Lima, Lindolpho Guimaraes,
Alfredo Barrera, John Lane, Rajinder Pal, Mario Coluzzi, Carlos y Anita Hoffmann,
Antonio Martínez, Bob Gwadz, Geoge O' Meara, Karamjit Rai, Otto Hecht,
Lauro Travassos, Herman Lent, Arnoldo Gabaldón y Leonidas Deane.
Entomología médica en Venezuela.
Arnoldo Gabaldón (1909-1990) merece una mención especial y a su
vez nos permite recorrer varios aspectos y personas destacadas en la entomología
médica de Venezuela. Con una formación de postgrado en el Instituto
de Medicina Tropical de Hamburgo y estimulado desde sus tiempos de estudiante
en la Universidad Central de Venezuela por Luis Razzeti y Enrique Tejera, (Gottberg,
1981) se transforma en una figura de relieve internacional en el campo de la
malariología tanto por su eficiente labor, que concluyó con la
eliminación de la malaria en buena parte del país, como por sus
contribuciones a la biología, ecología y comportamiento de los
mosquitos. En 1936 obtiene el título de Doctor en Higiene en la John
Hopkins University, siendo uno de los primeros venezolanos con una formación
específicamente orientada hacia la investigación. Gabaldón
pronto encuentra a sus predecesores venezolanos en entomología y malariología:
Manuel Nuñez-Tovar y Elías Benarroch y luego, ya como Director
de Malariología crea una relación profesional y familiar con
Arturo Luis Berti.
En 1944 crea el 1er. Curso Internacional de Malaria donde, entre otros, participa
como docente Pablo Cova García, otro destacado entomólogo médico
de la época, autor de numerosos trabajos, en particular sobre mosquitos
a lo largo de más de 30 años. En ese mismo año es invitado
a los Estados Unidos para entrenar el personal médico que debía
apoyar a las tropas norteamericanas en el Pacífico durante la Tercera
Guerra Mundial. Cova García, Pablo Anduze, Ignacio Ortíz, José Vicente
Scorza, Arturo Luis Berti, Octavio Suárez y Enrique Vogeslang eran,
al iniciarse la segunda mitad del siglo XX, las principales figuras de la entomología
médica en Venezuela.
Gabaldón se plantea una estrategia diversificada de control (Gabaldón,
información personal, 1978). Las obras de saneamiento incluyeron unos
300 kilómetros de obras de drenaje (Gottberg, 1981), el uso de mosquiteros,
la difusión de conocimientos sobre el mecanismo de transmisión,
inducción de cambios en el tipo de vivienda, capacitación de
los funcionarios del Ministerio, distribución de cloroquina, fumigación
de las viviendas con piretro y kerosén, hasta 1945 cuando comienza a
emplear el DDT.
En 1935 la mortalidad palúdica era de 143 personas por cada 100.000 habitantes,
para 1945, antes de las aplicaciones domésticas de DDT, la cifra había
descendido a 62,5 por 100.000 hab. Las fumigaciones con DDT se inician en Morón,
uno de los poblados con mayor incidencia malárica en Venezuela, en diciembre
de 1945. Cuando Gabaldón inicia las "grandes campañas" para controlar
el paludismo, un millón de venezolanos padecía esta enfermedad.
El país contaba con un poco más de tres millones de habitantes.
Siete años después (1952) Gabaldón informa que ha eliminado
la malaria en una zona de aproximadamente 180 mil kilómetros cuadrados
donde vivía buena parte de la población previamente afectada.
En 1949 la tasa de mortalidad se había reducido a 9 por 100.000 habitantes.
Posteriormente, en particular durante el ejercicio del cargo de Ministro de
Sanidad (1959-1964) es la enfermedad de Chagas su principal objetivo. Con el
apoyo de los distinguidos parasitólogos José F. Torrealba, Félix
Pifano, Alfonso Anselmi y Alberto Maeckelt, así como los programas de
vivienda rural, también contribuye a reducir en forma notable la segunda
enfermedad endémica de Venezuela.
En 1947 Anduze, Pifano y Vogeslang publican una sinopsis de los artrópodos
vulnerantes conocidos en Venezuela. Este trabajo, una de las mas importantes
contribuciones de la primera etapa del Boletín de Entomología
Venezolana (1941-1955) que fue además el primer artículo publicado
en nuestro país que tuve la oportunidad de leer cuando era estudiante
en México. Fernández Yépez (1978) señala el importante
papel de Anduze, Gastón Vivas Berthier y Charles Ballou en el estímulo
a los estudios entomológicos en el país y cita la creación,
en 1937, tanto de la "Estación Experimental de Agricultura y Zootecnia" como
de la Escuela Superior de Agricultura y Zootecnia con Charles Ballou a la cabeza
del Departamento de Entomología.
Entre 1930 y 1960 la entomología médica gira casi exclusivamente
alrededor del Ministerio de Sanidad y, en menor grado, en el Instituto de Medicina
Tropical de la UCV y en el Instituto Nacional de Higiene. En 1931 Benarroch
es uno de los primeros venezolanos en publicar en una revista extranjera especializada
(American Journal of Hygiene) si hacemos excepción de una publicación
de Surcouf y González Rincones en París (1912). Poco después
se inicia la larga carrera de Pablo Anduze quien sería pionero en muchos
estudios sobre sistemática, biología y papel como vectores de
muchas enfermedades. Pablo Anduze alternó la entomología con
la política y su pasión por la amazonia venezolana. Ya avanzado
en edad fue Gobernador del estado Amazonas, en aquel entonces Territorio Federal
Amazonas.
En 1941 se fundó la primera revista entomológica venezolana, el
Boletín de Entomología Venezolana bajo la dirección de
Pablo Anduze, René Lichy, Enrique Vogeslang, Charles Ballou y Félix
Pifano. Pronto se incorpora Francisco Fernández Yépez a este
grupo. Las publicaciones se suspendieron en 1955 por problemas económicos
y se reiniciaron en 1982 gracias a los esfuerzos realizados por los entomólogos
de Maracay. A partir del año 2001 cambia de nombre a Entomotropica.
Fernández Yépez jugó un importante papel como permanente
promotor y formador de estudiantes en el campo entomológico.
Las primeras iniciativas para crear la Sociedad Venezolana de Entomología
nacen junto al Boletín, pero sólo 20 años después
cuando un proyecto, redactado por Carlos Machado Allison e Ignacio Ortíz
en 1961, se hace realidad en 1964, gracias a la iniciativa de Francisco Fernández
Yépez, Carlos Julio Rosales, Guillermo Alvarado, Pedro Salinas, Eduardo
Osuna, Miguel Suárez, Ernesto Doreste y un creciente número de
entomólogos, en su mayoría orientados hacia estudios taxonómicos
o artrópodos de importancia agrícola. La Sociedad pronto pierde
impulso y casi cesan sus actividades por completo, hasta que en 1975, en el
Instituto de Zoología Agrícola la misma es reactivada por Eduardo
Osuna, Santiago Clavijo, Luis Joly, Nancy Boscán, Harold Skinner, Francis
Geraud, Carlos Machado Allison y otros colegas (Osuna, 1993).
En 1958 se crea la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela
y en años sucesivos, las correspondientes a la Universidad de Los Andes
y la de Oriente. Junto al Instituto de Medicina Tropical de la UCV, y las Facultades
de Medicina de la Universidades del Zulia, Los Andes y Carabobo, surge una
nueva camada de investigadores en parasitología y, en menor grado, en
entomología médica. En la Facultad de Ciencias los estudios formales
en entomología se inician con Janis Racenis, un conocido especialista
en Odonata en el Museo de Biología, ancestro del Instituto de Zoología
Tropical.
Los vínculos con Brasil son importantes a lo largo de muchos años.
Adolfo Lutz, uno de los pioneros de la medicina tropical brasilera es invitado
a Venezuela en 1925 y a partir de esa fecha muchos parasitólogos venezolanos
intentaron emular el modelo y los enfoques que caracterizaron al Instituto
Oswaldo Cruz de Rio de Janeiro, el Instituto Butantan, el Instituto Biológico,
la Facultad de Higiene y Salud Pública y el Departamento de Zoología
del Ministerio de Agricultura. Muchos venezolanos estuvimos bajo la influencia
de Lindolpho Guimaraes, Angelo Da Costa Lima, John Lane, Oswaldo Forattini,
los d' Andretta, Damasceno, Messias Carrera, Lauro Travassos, Herman Lent,
entre otros. En forma recíproca y estimulados por un destacado parasitólogo
venezolano, J.W. Torrealba, investigadores de la talla de Leonidas Deane y
Herman Lent, ambos brasileros, permanecieron varios años en la Universidad
de Carabobo.
Los intereses se diversifican y surgen las contribuciones de Ignacio Ortíz
sobre los flebótomos y simúlidos, J.V. Scorza quien realiza trabajos
pioneros sobre escorpiones (1952) y luego sobre biología y ecología de flebótomos y anofelinos, alternando
su interés entomológico con su trabajo central sobre tripanosomas,
leishmanias y otros parásitos. Los estudios sobre escorpiones fueron
luego formalmente abordados por Manuel González Sponga en el Instituto
Pedagógico Nacional quién publicó un elevado número
de artículos sobre los mismos.
Fue en el Laboratorio de Microbiología y Parasitología de la Facultad
de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela, con J.V. Scorza, Oswaldo
Grillo y Héctor Scannone, donde encontramos el clima adecuado para iniciar
investigaciones en entomología médica a partir de 1960. Scorza
ejerció gran influencia sobre muchos parasitólogos y entomólogos
que en la actualidad realizan investigaciones en Venezuela. Su larga carrera
docente, talento y pasión por la ciencia nace en institutos de educación
media, e luego incluye a las Facultades de Ciencias de la UCV y de la Universidad
de Los Andes en Mérida, así como la creación de un instituto
en el estado Trujillo dedicado a la medicina tropical. Grillo y Scannone se
trasladan posteriormente a la Facultad de Farmacia donde inician una nueva
línea de investigación, activa hasta la actualidad, sobre venenos
de origen animal.
Entre 1960 y el 2002 el desarrollo de la entomología médica en
Venezuela estuvo limitado a un número reducido de instituciones. En
la Facultad de Ciencias de la UCV, primero en la Escuela de Biología
en el Laboratorio de Parasitología y Microbiología, luego en
el Instituto de Zoología Tropical, creado en 1964, con su Departamento
de Taxonomía y Zoogeografía. Aquí se coloca énfasis,
en una primera etapa en la sistemática de ectoparásitos con numerosas
contribuciones sobre pulgas, ácaros y otros insectos hematófagos.
La interacción con el exterior incluyó a Rupert Wenzel y Vernon
Tipton a través de un importante proyecto liderado por la Smithsonian
Institution donde, junto a Juhani Ojasti del Instituto de Zoología Tropical,
los mamíferos y sus ectoparásitos fueron el objeto central.
Posteriormente el tema prioritario de estudio, por algunos años, es la
ecología urbana, la genética y dinámica poblacional de Aedes
aegypti (Rodríguez D, Machado-Allison CE 1978; Barrera RR, Machado-Allison
CE, Strong D 1981; Rubio Y, Rodríguez D, Machado-Allison CE, León
JA 1980, entre otros). En forma paralela e independiente, investigadores norteamericanos
como Belkin, Heineman, Faran y otros, publican en la revista Contributions
of the American Entomological Institute, entre 1970 y 1980, numerosos artículos
de elevada calidad sobre los mosquitos de América Central incluyendo
estudios sobre el norte de América del Sur.
Más adelante el tema central de estudio fueron esos peculiares sistemas
llamados fitotelmata, es decir plantas o partes de las mismas que retienen
agua donde se forman peculiares comunidades de insectos, entre ellos muchas
especies de mosquitos (Lounibos LP, Machado-Allison CE 1987; Machado-Allison
CE, Barrera RR, Delgado L, Navarro JC 1987; Lounibos LP, Frank JH, Machado-Allison
CE, Navarro JC, Ocanto P 1987; Lounibos LP, Frank JH, Machado-Allison CE, Ocanto
P, Navarro JC 1987; Barrera RR, Fish D, Machado-Allison CE 1989 y otros). Unas
150 publicaciones en revistas nacionales e internacionales ha sido el balance
de este esfuerzo colectivo.
El estudio de los fitotelmata fue inicialmente inducido entre nosotros por Richard
Seifert, un norteamericano prematuramente fallecido, quien nos acompañó como
profesor de la Facultad de Ciencias en la década de 1970. Posteriormente
se desarrollaron proyectos con la participación de colegas norteamericanos
y británicos como P. Lounibos y H. Frank, D. Strong y D. Fish. No debemos
olvidar tampoco a otros investigadores como Robert Zimmerman, en la sede de
la OSP en Maracay y Leonard Mustermann de la Universidad de Notre Dame. Junto
a Phil Lounibos y a quien escribe estas líneas varios nos formamos hace
más de 30 años, bajo la dirección de George B. Craig,
uno de los más destacados entomólogos y geneticistas de los Estados
Unidos de Norteamérica, fallecido hace pocos años.
En el Instituto de Zoología Tropical tuve la responsabilidad de iniciar
las actividades en el campo de la entomología médica. Luego se
incorporaron, Cela Gómez, Roberto Barrera, Ricardo Guerrero, Diego Rodríguez
y Yadira Rangel, primero como estudiantes y luego como profesores. En el Laboratorio
de Vectores realizaron su tesis de grado Alba Díaz, Laura Delgado, Yasmín
Rubio, María Kazana, Alex Fergusson, Cástor López, Hernán
Zapata,. Margarita de Ibáñez, Antonio Ríos, Jesús
Figueroa, Carmelina Flores, Rubicelly Alvarado, Issa Serra, Laureano Rangel,
Pablo Ocanto, Matías López, Hermes Piñango, Juan Carlos
Navarro y Mercedes González.
Una proporción de ellos son en la actualidad docentes e investigadores
en distintas instituciones venezolanas. Roberto Barrera, Ricardo Guerrero,
Yasmín Rubio, Juan Carlos Navarro, Yadira Rangel y otros, tienen en
la actualidad la responsabilidad de seguir formando investigadores en esta
disciplina.
También tuvieron vinculación con el Instituto de Zoología
Tropical, Ignacio Ortíz, previamente mencionado y Jaime Ramírez
quien inicialmente trabajó con triatominos y luego con simúlidos,
relacionados al Instituto de Higiene del Ministerio de Sanidad y al Instituto
de Medicina Tropical de la UCV;Jorge Rabinovich, de origen argentino, quien
tras permanecer algún tiempo en el IZT se trasladó al Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas donde desarrolló un
importante trabajo en ecología de triatominos. En la actualidad el IZT
sigue siendo un centro importante en los estudios de entomología médica
en Venezuela.
En la misma época en la Universidad de Carabobo, Dora Feliciangeli de
Piñero desarrolló una intensa actividad estudiando otros dípteros
hematófagos y retomando la línea iniciada medio siglo antes por
Ignacio Ortíz y otros entomólogos. El análisis de distintos
plaguicidas sobre vectores fue, por largos años, una línea de
acción importante en la Dirección de Malariología en Maracay
y luego, en la Facultad de Agronomía fue retomada por Fernando Saume
y otros investigadores.
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