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Revista Colombia Médica
Universidad del Valle - Facultad de Salud
ISSN: 0120-8322 EISSN: 1657-9534
Vol. 31, Num. 4, 2000, pp. 189-191
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Revista Colombia Médica, Vol. 31, Num. 4, 2000, pp. 189-191
Discurso en el acto de lanzamiento del "Premio Evaristo García", Cali.
Noviembre 23, 2000
Evaristo García, Pelayo Correa
y Roger Bacon
Rodrigo Guerrero, M.D., Dr.
P.H.
Profesor Emérito (r), Escuela de Salud
Pública, Universidad del Valle, Cali.
Code Number: rc00031
En esta solemne ocasión, donde hacemos
honor a un ilustre vallecaucano, Evaristo García
Piedrahíta, cuyos descendientes al crear un premio que lleve
su nombre, quisieron poner de ejemplo a las nuevas generaciones, y
donde tendremos la oportunidad de escuchar los trabajos de un
destacado investigador y compatriota, Pelayo Correa, he querido hacer
unas brevísimas reflexiones sobre el elemento común que
hay en ambos personajes. Y, al hacerlo, ha venido a mi mente, Roger
Bacon, un fraile franciscano, que antecedió por varios siglos
a las dos personalidades mencionadas pero que, al igual que ellos,
compartía una actitud hacia la naturaleza y practicaba un
método semejante para llegar al conocimiento de la
realidad.
Es bueno reflexionar sobre ese método en
especial hoy en día cuando la pseudociencia aparece amenazante
en los ámbitos académicos. Tal es el caso del
postmodernismo con su tesis de que la realidad no existe, sino que
todo lo construimos en nuestra mente. Muchos postmodernistas cubren
de un ropaje matemático a sus elucubraciones, como el conocido
psiquiatra francés Jacques Lacan, quien llegó a la
"conclusión matemática" que el número
imaginario, raíz cuadrada de &endash;1, ¡¡¡no
puede ser otro sino el órgano sexual masculino!!! Varios de
ellos llegan al extremo de afirmar, p. e., que la constante
matemática PI, es un constructo social1. Tal es el caso de la astrología, que ya tiene
entrada a los ambientes cultos y aun a ciertas esferas de algunos
gobiernos. Tal es el caso de las variantes de la medicina
alopática, la medicina llamada orgánica o naturista y
la curación pránica, que tienen ya adeptos aun en los
medios universitarios. Tal es el caso de las pseudo religiones, la
Nueva Era, la meditación trascendental, que se suponen
confieren poderes extraordinarios a la mente de quienes las
practican. Todas estas manifestaciones mencionadas y muchas otras
más, si bien son brillantemente expuestas y por personalidades
destacadas, están reñidas con la actitud hacia el
conocimiento que practicaron Evaristo García y que ejerce en
forma por demás brillante Pelayo Correa.
Se preguntarán algunos de ustedes
porqué. Estarán inquietos por ver dónde
está escondida la diferencia. Evaristo, Pelayo y todos los
seguidores del método científico, parten de la
observación y todos sus resultados, así como sus
hipótesis científicas se corroboran al medirlas contra
ella. Su gran esfuerzo y su empeño constante es el lograr a
través del estudio, del experimento, entender la realidad.
Saben de las limitadas capacidades de la mente humana, de los
prejuicios o sesgos que llevan a falsear la realidad para amoldarla a
los deseos del investigador. No creen en la autoridad de las personas
sino en las formas como ellas llegan a sus conclusiones. El
método es más importante que la autoridad de quien lo
afirma. Los seguidores de este método, los científicos,
son siempre desconfiados, conocen sus limitaciones y se ponen trampas
o se inventan diseños como los estudios de doble ciego, para
disminuir las fallas de la mente. No contentos con eso, exigen que
otras personas, independientes, encuentren lo mismo que ellos. Y aun
después de todas estas etapas están siempre dispuestos
a corregir las interpretaciones cuando mejores técnicas de
observación revocan las observaciones originales. Los
científicos verdaderos son siempre humildes porque conocen la
complejidad de su tarea y saben de sus limitaciones.
El avance tecnológico de Occidente se
debe sin duda a la adopción de esta aproximación o
método como forma de adquirir el conocimiento. Digo avance
tecnológico, porque quiero dejar claro que este método
infelizmente no es tan bueno en otras áreas de la vida del
hombre y, el desarrollo que hoy vivimos se acompaña de
guerras, depravaciones y violencia, indicadores de un subdesarrollo
moral, área en la cual el método científico,
aporta poco.
El método científico
experimental, se puede remontar claramente a los filósofos de
la naturaleza, que florecieron entre los siglos V y IV antes de
Cristo. Uno de los primeros fue Tales de Mileto, en Asia Menor, y de
quien se dice que como conocía su estatura pudo calcular la
altura de las pirámides de Egipto al medir su sombra y las de
la pirámide en un mismo momento y hacer una regla de
tres2. También se cuenta de
él que, cansado de escuchar que la filosofía (que en
ese momento era sinónimo de ciencia) no tenía mucha
utilidad para hacer dinero, tomó en arriendo anticipado todas
las prensas de uva de su región al comienzo de un año
para el que sus conocimientos le auguraban una buena cosecha. Cuando
vino la época de la vendimia las realquiló e hizo una
generosa utilidad. Tales pudo decir a sus coterráneos de
Mileto, que él no hacía dinero porque estaba dedicado a
otras actividades más importantes, ¡no porque fuera
incapaz de hacerlo!
Aristóteles, de Macedonia, es
también considerado como creador y seguidor de esta forma de
entender la realidad. Aristóteles, fue gran sistematizador del
conocimiento de entonces (hizo la primera escala nominal de los seres
de la naturaleza: inanimados y vivos y dentro de éstos las
plantas y los animales). Aristóteles describió las
etapas de observación, inducción y deducción que
constituyen las bases del método científico. Para
completar este brevísimo e incompleto repaso de los
filósofos griegos, debo mencionar a Hipócrates, de la
isla de Cos, cuya gran contribución fue el proponer que las
causas de las enfermedades no había que buscarlas en razones
sobrenaturales y propuso el estudio del entorno de las ciudades, de
sus fuentes de agua, de los hábitos de vida de sus habitantes,
como la forma de entender la enfermedad, y así se
anticipó en muchos siglos al movimiento de ciudades
saludables.
Haciendo un salto en el tiempo y omitiendo
mencionar a los árabes, gracias a los cuales se pudo conservar
la tradición científica griega, quiero llegar al siglo
XIII, plena edad media, para mencionar a Roger Bacon (quien es
confundido con frecuencia con Francis Bacon, filósofo y
político del siglo XVI, quien también hizo
contribuciones valiosas al método científico), nacido
en 1214 en Inglaterra3. Fue a la
Universidad de Oxford, en la época en que se acostumbraba
mandar los jóvenes a la edad de 12 ó 13 años,
pero no hay evidencia de que hubiera recibido el título de
doctor, ni en estudios eclesiásticos ni en medicina. No se
sabe ni cuándo ni porqué ingresó a la Orden
Franciscana pero parece que lo hizo ya en edad madura, cuando estaba
en París y después de haber gastado una fortuna
cuantiosa, según sus propias palabras, en la compra de libros
secretos y en la ejecución de experimentos, cálculo de
tablas matemáticas, entre otros. Por su pluma crítica
se granjeó muchos enemigos entre los cuales estuvo Alberto
Magno, franciscano también, y quien en alguna oportunidad se
quejaba de "aquellos que leen los trabajos de otros con el
único fin de encontrarles error". Se entretuvo Bacon en la
fabricación de lentes ópticos, en el estudio de la
alquimia, en la que posiblemente creía y sobre la cual
escribió un libro; se ocupó de la pólvora y del
estudio de la hipnosis y de la magia (la cual siempre
interpretó como fuerzas naturales aunque
desconocidas).
En una de sus obras más conocidas, Opus
Maius, Bacon afirma que una de las razones que dificulta el
desarrollo de la verdadera filosofía entre los latinos, es la
dependencia en la autoridad, la aceptación de las
prácticas establecidas, el peso desmedido a la opinión
popular y el escondimiento de la verdadera sabiduría bajo el
manto del conocimiento. En contraposición a las tesis de la
época, afirmaba que la verdadera filosofía llega al
conocimiento del Creador a través del conocimiento de la
creación. Sus puntos de vista, si bien no compartidos por la
Orden Franciscana, le valieron el apoyo del papa Clemente IV, quien
lo nombró entre sus asesores. Su actitud siempre
crítica de la autoridad no basada en la ciencia, y sus
denuncias temerarias le ganaron muchos enemigos dentro y fuera de la
Orden Franciscana. Muerto Clemente IV, fue acusado de mago y
astrólogo y confinado en prisión donde
permaneció por quince años; fue liberado por causa de
la mala salud, y en ese mismo año de 1294 murió en
Oxford. Dicen que en su lecho de muerte dijo: "me arrepiento de haber
dedicado tanto tiempo a destruir la ignorancia".
En una carta sobre el Maravilloso poder del
arte y la naturaleza y la nulidad de la magia, Bacon hace una
descripción anticipada de la medicina psicosomática y
del "efecto placebo". Al hablar de los ungüentos y
pócimas tenidos como mágicos dice: "Debe
prestárseles atención, pues en manos de quienes
practican la medicina pueden ser de utilidad, no porque sean
efectivos en sí mismos, sino porque facilitan el que se tomen
los verdaderos remedios y porque reactivan el espíritu del
paciente. El espíritu es todopoderoso sobre el cuerpo a
través de sus efluvios y el deseo del espíritu se
convierte en esperanza sobre la enfermedad. La naturaleza obedece los
pensamientos y los deseos vehementes del alma, como
enseñó Avicena".
En cuanto a las matemáticas, ciencia que
consideraba de fundamental importancia, afirmaba que eran "la puerta
y la llave de las ciencias naturales", eran el "verdadero alfabeto de
la filosofía" y sin ellas los físicos estarían
maniatados, pues las ciencias naturales son en última
instancia, matemáticas.
Se ocupó en el estudio de la piedra
imán, tenida en ese entonces como mágica y
concluyó que esa atracción del hierro, como muchas
otras cosas, constituía una de las muchas maravillas de la
naturaleza. Estudió y descifró los misterios de la
pólvora pero consideró que el científico estaba
en el derecho de ocultar (o de conservar para la posteridad de manera
cifrada) sus secretos a fin de evitar su mal uso por parte de los
necios. Si Alfredo Nobel o los científicos de la
Operación Manhattan, que desarrollaron la bomba
atómica, hubieran seguido sus consejos, tendríamos un
mundo diferente.
Revisando el libro, en buena hora publicado por
los descendientes, puede apreciarse de manera muy clara en los
trabajos de Evaristo García su enfoque científico en el
estudio de los problemas no sólo en los de salud, como lo
demuestra su "Monografía sobre el plátano",
clásica en el tema botánico y
económico4.
En 1885 describe una nueva enfermedad hasta
entonces desconocida en Colombia, la cual presenta un conjunto de
síntomas insólitos cuyo diagnóstico diferencial
la distingue de la mielitis, la parálisis sifilítica,
el alcoholismo crónico y el impaludismo caquéctico.
Juiciosamente anota que sólo se observa en habitantes de un
trayecto de 33 millas entre Buenaventura y Córdoba
(estación del camino de hierro en construcción).
Describe las condiciones climáticas de las localidades donde
ocurre. Analiza los síntomas, en su forma paralítica,
edematosa y mixta. Cita la literatura conocida en el Brasil, donde
también se ha presentado esta nueva enfermedad. En la
descripción anatomopatológica observa en las autopsias
que existe "cierto grado de reblandecimiento del parénquima
medular y líquidos serosos depositados en mayor o menor
cantidad debajo de las envolturas de la médula". Observa que
"estas lesiones constantes en todas las formas explican el predominio
notable de los síntomas nerviosos, paraplejía,
adormecimientos, calambres, flojedad en las piernas".
En este primer momento Evaristo García
se apunta a la causalidad palúdica. Recomienda una
fórmula a base de quina y digital, pero observa que "un buen
número de pacientes se mejoran sólo con la influencia
del clima y de los baños fríos en el río Cali,
con mejor habitación y alimentos nutritivos". Sin embargo tres
años después, en 1888, observando la impotencia de la
quinina, concluye que no se puede evocar el envenenamiento por
miasmas palúdicos y citando los trabajos de profesores
brasileños y franceses llega a la conclusión que esta
dolencia (que estoy seguro ya todos ustedes han identificado como el
beriberi) es debida a la alimentación que tiene su origen en
el uso como alimento de arroz alterado. Observa como los pueblos
"orizófagos" como los chinos, japoneses, hindúes pagan
mayor tributo a esta enfermedad. Anota que en Buenaventura y
Córdoba hay gran consumo de arroz importado de California y
traído en saquitos de estera preparados en la
China.
Estos breves apartes son una muestra que
describe el valor científico de Evaristo García.
Más que sus hallazgos y aciertos, lo digno de destacar es su
adhesión obsesiva, propia del método científico,
a la observación meticulosa. Cuando, después de tres
años, encuentra que la quinina no cura esa enfermedad,
abandona sin ninguna dificultad, la hipótesis palúdica
que había sostenido hasta el momento y abraza la nutricional,
porque explica mejor los hallazgos. Su constante contacto con los
encuentros de otras latitudes es también ejemplo de la
necesaria amplitud mental indispensable en todo científico. De
él se puede decir, lo mismo que de Aristóteles y de
Hipócrates, que fueron grandes no por la exactitud de sus
hallazgos sino por el énfasis que pusieron en el
análisis de la evidencia disponible en el momento. Fueron
grandes por el desarrollo y la aplicación de un método,
de una forma de pensar.
Podría tomar muchas más citas de
interés, dentro del excelente repertorio científico de
Evaristo el cual recomiendo leer a todos ustedes herederos y cultores
del mismo método, pero no quiero extenderme en ellas esta
noche, fatigándolos con citas en lo que debe ser una
ocasión de amistad y contento. Quiero resumir diciendo que
estamos de nuevo, como en la Edad Media, en la época de Roger
Bacon, viviendo en una de especial oscuridad intelectual donde las
afirmaciones oscuras, los hallazgos extraterrestres, las curaciones
maravillosas con tratamientos esotéricos, han vuelto a
proliferar. Pero si queremos continuar en la ruta del progreso
debemos aplicar en todos los casos, las reglas del método
científico: sólo cuando estos hallazgos hayan sido
así validados, los podremos aceptar como ciertos. El no
proceder así, es volver al oscurantismo y retroceder muchos
siglos.
¡¡Que Tales de Mileto,
Aristóteles de Estagira, Bacon de Oxford, Evaristo de Cali y
Pelayo de Sonsón, nos iluminen!!
REFERENCIAS
1. Sokal AD, Bricmont J. Fashionable nonsense:
postmodern intellectuals' abuse of science. New York: Picador Press,
1955.
2. Sagan C. Cosmos. New York: Random House,
1980.
3. Bacon R. Philosophy of nature: a critical
edition. Lindbergh DC (ed.). South Bend. Indiana: St. Agustine Press,
1998.
4. García E. Escritos escogidos. Cali:
Fundación Evaristo García, 1994.
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