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Revista Colombia Médica
Universidad del Valle - Facultad de Salud
ISSN: 0120-8322 EISSN: 1657-9534
Vol. 32, Num. 1, 2001, pp. 25-31
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Revista Colombia Médica, Vol. 32, Num. 1, 2001, pp. 25-31
La maternidad como conflicto:
una expresión de inequidad
social y de género
María Nubia Romero B., Enf.,
M.S.P.1, Martha Cecilia
Díaz, Trab. Soc.2
1. Profesora Titular, Directora Instituto de Investigaciones y
Formación Avanzada, Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia, Tunja.
2. Profesora, Colegio Departamental de Funza, Cundinamarca.
Code Number: rc01006
RESUMEN
Investigación cualitativa de tipo
descriptivo-interpretativo abordada con un marco de diseño
desde las orientaciones de la teoría fundada, a partir de la
comparación constante de la información obtenida de 11
entrevistas semiestructuradas, aplicadas a mujeres gestantes de
escasos recursos económicos, pertenecientes a zonas urbanas y
rurales e internadas en el Hospital San Rafael de Tunja. El objetivo
central se orientó a indagar acerca de las condiciones de vida
de las mujeres gestantes con riesgo materno, de manera que se
visibilizaran las inequidades de género en que se encuentran
frente a la sociedad y la familia. Transcritas las entrevistas,
codificadas y extraídas las categorías, previo tamizaje
y combinación de éstas, se construyó la
categoría central definida como maternidad como conflicto en
un contexto socioeconómico, cultural e ideológico en el
que estas mujeres gestantes viven. Esta categoría está
relacionada con otras subcategorías definidas como maternidad
violentada, reprochada, luchada, en el contexto de unas relaciones de
poder masculino expresadas en una díada de dominación y
marginación.
Palabras claves: Riesgo materno.
Determinantes sociales. Inequidad de género. Maternidad
violentada.
SUMMARY
Qualitative investigation of
descriptive-interpretative type, approached with orientations of the
founded theory, starting from the constant comparison of the
information of 11 semistructurated interviews applied to pregnant
women of scarce resources, belonging to urban and rural areas, and
interned in Hospital San Rafael in Tunja, Colombia. The central
objective was guided to investigate about the life conditions of the
pregnant women with maternal risk, so that gender inequities they
have to face in the family and the society, could be visualized. Once
the interviews were transcribed, and categories coded and extracted,
previous sifted and combination of these, the defined central
category was conformed and defined as maternity like conflict, in a
socioeconomical, cultural and ideological context in which these
pregnant women live. This category is related to other subcategories
defined as forced, reproached and fought maternity, in an atmosphere
of masculine power relationships, expressed in a yoke of dominance
and marginality.
Key words: Maternal risk. Social
determinants. Gender inequity. Forced maternity.
La inquietud por el alto número de casos
de mujeres gestantes con riesgo materno internadas en el Hospital San
Rafael de Tunja (HSRT), motivó la realización de esta
investigación de tipo descriptivo-interpretativo y guiada
metodológicamente por la teoría fundada. Fue objetivo
del trabajo de investigación indagar acerca de las condiciones
de vida de las mujeres gestantes con riesgo materno, de manera que se
permitiera visualizar las inequidades de género en que la
maternidad se encuentra frente a la sociedad y la familia. A la luz
de esta intención se entrevistaron 11 mujeres gestantes
hospitalizadas, 5 provenientes del sector rural y 6 de sectores
urbanos pobres y medios.
Las integrantes son amas de casas, cumpliendo
con la tarea central de procrear, pero además asumen solas la
tarea de mayor trascendencia social, cual es la de "maternar". Esta
tarea no sólo implica el cuidado de la salud y la
alimentación del hijo/a, sino que debe cumplir con la
responsabilidad social y cultural que la historia le ha otorgado de
convertir a ese hijo o hija en un ser autónomo, mediante la
educación y la transmisión de los valores sociales y
culturales de la sociedad. Esta responsabilidad la ha tratado de
asumirla en la soledad absoluta, pues ni el Estado ni el
cónyuge ofrecen las mínimas garantías para hacer
de la procreación un acto más allá de lo
meramente biológico. La maternidad es la trascendencia humana
de la vida procreada, por tal razón se requiere de
reconceptualizaciones sobre ella y de acciones conjuntas que cambien
su sentido y razón de ser.
En el trabajo se presenta una amplia
descripción interpretativa de los hallazgos y se contrastan
rápidamente con las teorías planteadas por
Sau1,
Badinter2 y
Breilh3 entre otros, quienes
trabajan el sentido de la maternidad en el contexto histórico
y cultural y las relaciones de género que se manifiestan en
este proceso.
Como hallazgo central se describe la
característica predominante que envuelve a las mujeres
gestantes en una maternidad como conflicto, por las múltiples
expresiones de inequidad social en que viven, reforzadas por unas
relaciones de género patriarcales donde el reproche a la
gestación, la violencia contra la mujer, la dominación
y la marginación hacen parte de su cotidianeidad. Una de las
campesinas gestantes resume en una frase este sentido de inequidad:
"Ellos se sienten libres y uno es el culpable de todas maneras". Esta
frase expresa las dos miradas que socialmente se tienen frente a la
maternidad: él, a quien se le libera de su responsabilidad, y
la mujer, que carga la culpa de engendrar. Las presiones
económicas, las condiciones precarias de atención
prenatal, la pobreza, el no éxito total del método de
planificación familiar, el desgaste físico y los
sentimientos de frustración del núcleo familiar los
asume la mujer en un acto de reproche a su maternidad; ella sabe que
debe cuidar esa nueva vida, que tiene que garantizarle alimento,
vestido y crianza, además de reproducir ideológicamente
los valores culturales que la rodean. Sau1 plantea que desde el momento en que la mujer queda
relegada a un segundo plano y la maternidad pasa a ser
"función del padre", en el sentido de que él decide por
ella en todos los aspectos de su vida, ella ya no podrá
decidir por sí misma, otro es el que decide: "La maternidadquedó arrumbada, secuestrada en el espacio de lo
biofisiológico, y es desde ese estadío que hay que
desobstaculizar el proceso trascendente a otros planos superiores de
orden simbólico y cultural."
La violencia contra las mujeres en familias
pobres, social y económicamente, como estas campesinas o
mujeres gestantes urbanas, se presenta con mayor intensidad y
daño físico y psíquico, en el interior de su
relación matrimonial, reforzada por fuertes lazos religiosos
que sostienen unas relaciones de poder masculinas, de
dominación y explotación femenina. A pesar de todo son
mujeres fuertes físicamente por el trabajo intenso que
realizan en la vida doméstica, agraria y en trabajos mal
remunerados y logran sobrevivir; pero los golpes y las ofensas
terminan socavando la autonomía y el sentido de respeto y
dignidad de la mujer gestante, porque no ha tenido otra alternativa
que la aprendida en la familia y la interacción social.
Puleo4 afirma que "todo sistema
patriarcal se basa en la coerción y en el consentimiento". En
las sociedades de mayor violencia patriarcal se ejerce un estado de
aceptación por el efecto de la socialización;
además esta violencia se da porque en el mercado laboral las
leyes de la división sexual del trabajo se mantienen y es la
mujer la que aparece en condiciones de subordinación y
analfabetismo.
MATERIAL Y MÉTODOS
El diseño cualitativo alumbró el
desarrollo de la presente investigación, acompañado
metodológicamente por la teoría
fundada5. El análisis
descriptivo-interpretativo al que se llegó en esta primera
etapa del desarrollo de la teoría fundada, se adelantó
con base en las 11 entrevistas realizadas a mujeres gestantes, a
finales de 1998 y comienzos de 1999, con diagnósticos
médicos de hipertensión arterial grave, preeclampsia,
amenaza de parto prematuro y ruptura de membranas. Estas gestantes
pertenecen a estratos socioeconómicos bajos y medios del
área rural y urbana de Tunja y otros municipios
aledaños a esta capital del departamento de Boyacá. Las
edades encontradas oscilaron entre 16 y 44 años, con una a
nueve gestaciones. En promedio, las mujeres campesinas tienen 5
hijos/as y las urbanas 1.5. Todas las gestantes se percibían a
sí mismas con problemas de salud y todas manifestaron tener
una relación vigente de pareja.
Para lograr la información se
utilizó en primer lugar el contacto con la enfermera jefe de
la Sala de Maternas del HSRT para indicar las historias
clínicas de las mujeres gestantes que estaban hospitalizadas
con diagnósticos de alto riesgo materno. Del número
total de mujeres entrevistadas se elaboraron códigos in vivo,
que interpretados se convirtieron en la unidad analítica del
estudio. Esta codificación indujo la construcción de
categorías que se relacionaron entre sí. El
análisis e interpretación se hizo de los textos
recogidos de las entrevistas semiestructuradas, en las que se
recogió la experiencia de vida en sus condiciones sociales y
económicas y sus relaciones de género establecidas en
la vida familiar. Aquí se retoma el punto de vista de las
mujeres, expresado con sus propias palabras.
Es importante aclarar que después de
haber considerado que se había alcanzado la saturación
no se realizaron más entrevistas para refinar y verificar las
categorías encontradas. Con el ánimo de organizar y
mantener en reserva la identidad de las mujeres entrevistadas, se les
asignó un código numérico. Para garantizar el
buen desarrollo de cada entrevista se buscó la
autorización de ellas, tras previa explicación del
objetivo del estudio y el aporte que ellas podrían hacer para
mejorar el conocimiento sobre sus vidas y los problemas
gestacionales. Se garantizaron anonimato y privacidad de la
información. Las grabaciones fueron autorizadas por ellas y se
dio libertad para responder o abstenerse de hacerlo cuando lo
consideraran pertinente.
RESULTADOS
El problema de un número grande de
gestantes con alto riesgo se mantiene a pesar de las políticas
y programas de ampliación de cobertura y asistencia a la mujer
gestante en todo el espectro de la edad fértil, y se mantiene
porque tiene que ver con las condiciones de vida e inequidad de
género, que impactan de forma desfavorable su condición
biológica y psíquica. Las condiciones económicas
en que se gesta y desarrolla la maternidad como un hecho social e
histórico son altamente precarias, pues la pobreza prolongada
que acompaña a estas mujeres no es sólo en sus
períodos gestacionales sino a lo largo de toda la vida, y se
entrelazan con la burda inequidad de género que todo lo
impregna, que todo lo moldea, que se expresa coti-dianamente en las
cosas grandes o pequeñas, en las palabras y los hechos, en los
símbolos y las señales, en las relaciones de pareja.
Condiciones de inequidad que son ignoradas y subsumidas por el
pensamiento médico predominante y, por ende, no tienen
ningún valor en la definición de la conducta
terapéutica para la mujer.
La maternidad se sigue concibiendo y atendiendo
como un proceso biológico que se desarrolla como
función solitaria connatural a la condición femenina de
la mujer, al punto de que ésta es mujer en la medida en que es
madre. El trastorno biológico es sobredimensionado en la
atención médica, velando los dispositivos sociales,
económicos, culturales y de relaciones de género. La
maternidad, para estas mujeres, no representa la dignificación
social de sus condiciones de vida que la sociedad debería
brindarles por su función histórica; no es un estado de
felicidad plena, de máximo placer, de embellecimiento
físico, de autorrealización y satisfacción, no
es la expresión de reconocimiento a su dedicación y
entrega que socialmente se ha prometido, en términos de
equidad e igualdad. En nuestra investigación, la maternidad se
revela como una situación contradictoria entre sentimientos y
condiciones materiales.
De estas mujeres unas han puesto su
razón de ser en la maternidad; según el estereotipo
recibido, ha sido la máxima expresión de amor, de
estima, de autorrealización; y para otras, la maternidad es
una expresión de abnegación y resignación hacia
la vida que les ha tocado asumir, no por gusto sino por
obligación o necesidad de protección. En la
relación de pareja de estas últimas, especialmente, no
hay pasión; su sexualidad está negada, así que
la maternidad se les vuelve la empresa más compleja por los
sentimientos duales que genera: satisfacción y
frustración.
Por otra parte, la accesibilidad y los cuidados
que son recibidos por las gestantes en riesgo materno en el nivel
preventivo no están acordes con los planes y programas
impulsados y desarrollados por los organismos internacionales como la
Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), el Ministerio de Salud de Colombia y
las secretarías departamentales y municipales de salud, pues
en ellos ya se define la necesidad de trabajar con perspectiva de
género, y los organismos encargados de operativizar estas
políticas no lo hacen aún.
En consecuencia, la maternidad como conflictose describió como categoría central del estudio, porque
expresa las contradicciones entre lo deseado y lo negado, entre lo
esperado y lo hallado, entre lo prometido y lo negado. Este conflicto
se describe a través de las subcategorías planteadas
como maternidad reprochada, violentada y luchada por las relaciones
de poder que genera la autoridad masculina en las relaciones
intergenéricas. Este autoritarismo se expresa en
comportamientos patriarcales de sujeción de la mujer por el
hombre en el terreno de la sexualidad y la reproducción; en la
carencia afectiva, en la exposición a sobrecargas de trabajo
doméstico combinado por trabajo mal remunerado y en desgaste
emocional que realizan las mujeres de manera permanente por reforzar
el ego masculino.
"Ellos se sienten libres y uno es el culpable
de todas maneras". La maternidad reprochada se expresa en
relación con la gestación, con la planificación
o con la culpa, y se caracteriza porque el poder marital endilga
culpas a la mujer por su nueva gestación, por no asumir la
planificación familiar, o por no tener un método ciento
por ciento confiable, provocando en ella sentimientos de
autoculpa.
Para el hombre patriarcal la actitud sumisa de
las mujeres ante la vida y la maternidad no le es significativa; no
le basta, pues la mayoría de las veces la respuesta inicial
del hombre a una nueva gestación es de reproche contra la
mujer. "Cuando yo le dije a mi marido, él se puso de mal
genio, dijo que yo no me cuidaba." Las mujeres no tienen capacidad
para decidir sobre su propio cuerpo, su sexualidad, su capacidad para
procrear y la posibilidad de maternar o no. Este hombre patriarcal
parece manejar una doble moral frente a sus impulsos sexuales, pues
en principio rechaza la intención procreativa y se queda con
el placer sexual y le endilga a la mujer la culpa. Ella debe aceptar
con resignación la nueva gestación, pues sus principios
religiosos no le permiten pensar en ninguna salida diferente a
afrontar la llegada de un nuevo ser a su vida, con todas las
precariedades ya conocidas.
Se encuentra aquí que toda la
responsabilidad del cuidado de sí misma y de evitar los hijos
recae sobre la mujer, para bien o para mal; el cónyuge
sólo asume el papel de censurador o enjuiciador de los actos
femeninos. El proceso gestacional y la maternidad se convierten en
una tarea solitaria para la mujer, donde la primera palabra no es de
gratificación y acompañamiento sino de reproche, de
negación.
El conflicto de género en torno a la
planificación familiar se centra fundamentalmente en
¿quién usa los anticonceptivos? la mujer;
¿cuáles son los métodos de mayor difusión?
pastillas y dispositivos; ¿quién es el sujeto
responsable? la mujer; ¿quién es el sujeto educativo? la
mujer; y ¿quién tiene capacidad de discrepar sobre el
uso? el hombre. Estas confrontaciones se dan en el contexto machista
de los hogares pobres y marginados y en aquellos de otros sectores
sociales donde la relación de pareja es desigual, producto de
conductas o rezagos patriarcales.
A pesar de todos los conflictos de
género, prejuicios y tabúes que aún mantienen
las mujeres y hombres del campo y de sectores pobres urbanos sobre la
conducta reproductiva y los métodos de planificación
familiar, ellas siguen asumiendo la responsabilidad de disminuir la
fecundidad después del tercer o cuarto hijo o en el caso que
el médico lo aconseje por razones de salud de la mujer; otras
se automedican poniendo en riesgo sus vidas, con la esperanza de
romper la cadena de transmisión intergeneracional de la
pobreza. "Sí, planificaba con pastillas, llevaba 11
años, no lo hablé con mi esposo, o sea, yo soy muy
penosa para explicarle esas cosas a él". Los prejuicios y
tabúes sobre la sexualidad aún son barreras de
comunicación entre parejas en matrimonio, siempre callan, no
hay manera de abordar el tema y se sigue por el camino más
fácil: la mujer responde.
Y de la responsabilidad materna a la culpa
sólo hay un paso, y en este aspecto se coincide con
Badinter2 cuando afirma que "en
este sentido Rosseau alcanzó un logro muy importante; la
culpabilidad ganó el corazón de las mujeres." Resulta
cómodo para el cónyuge endilgar culpas a la esposa y
él liberarse de esas cargas; la mujer en su estructura
psíquica alberga culturalmente con más facilidad estos
sentimientos que los pone en el mismo plano de la responsabilidad
gestacional, por eso los asume como ciertos y en silencio.
La culpa se convierte en un sentimiento
presente que no abandona a la mujer, se internaliza tanto que se
autoculpa por expresar afecto, por sentir, por naufragar en el
sentimiento, por no poner barreras a su naturaleza de mujer. Veamos
el caso de una mujer urbana que se culpa por haber sentido amor y
haber engendrado los hijos que tiene; ella afirma: "yo debía
haber pensado, no haber pensado en el sentimiento... Me culpo de
haber tenido esos niños (llora) porque digo yo, yo me puse a
tener esos niños y no pensé en el futuro de ellos...
digo pues ¿por qué yo les di ese futuro a estos
niños?... ¿Por qué ellos tienen que sufrir todo
esto, entonces yo me culpo por todo eso". Son múltiples las
causas de la culpa: el amor, los hijos, el presente, el futuro, las
carencias, el sufrimiento, la gestación, la no capacidad
predictiva y otros tantos. Todo recae sobre ella y no necesita que
otro, o su compañero, se lo señale; ella lo asume como
parte de su función maternal.
Del fruto no deseado. La violencia conyugal
emerge como expresión de las relaciones de género
autoritarias y patriarcales del hombre frente a las mujeres y aunque
esté penalizada la violencia contra las mujeres y la
violación, ellas están impedidas para hacer una defensa
real ante su condición. Estas formas de violencia se expresan
desde agresiones verbales que la degradan y humillan, pasando por
golpes contundentes y con armas blancas, hasta la violación
conyugal donde se impone el impulso sexual masculino a la
gratificación consentida. La gestación y la maternidadviolentada carecen de afecto, de ternura, de apoyo, de equidad, de
deseo y de condiciones de bienestar, y están sobrecargadas de
subordinación, de trabajo doméstico y laboral, de
angustia y agotamiento. El fruto de esta maternidad es producto de la
obligación y no de la "alegría" o el resultado de una
inercia conyugal.
La carencia afectiva es quizá el mayor
sentimiento aflorado en las mujeres del estudio. Ellas refieren "De
ese hombre no conocí un tinto hecho por él". Aunado a
esta carencia aparece el golpe que destroza, lacera, humilla, y la
abnegación con que se recibe. El sufrimiento con que soportan
la violencia, con sevicia en ocasiones "una vez me puso la cara
negra, todo esto (se toca la frente) me dio un golpe muy duro, me ha
pegado por las piernas, por los brazos, en todo el cuerpo", hace
parte de otras características como la humillación y el
desprecio que sienten; las cicatrices físicas de la violencia
que observan en sus cuerpos y la degradación del sentido de
mujer por las ofensas verbales de que son objeto, se infieren de los
textos repetidos por las mujeres gestantes.
En esta situación, como en muchas otras,
las mujeres se sienten impotentes, miedosas y acobardadas para asumir
respuestas libertarias, por las múltiples formas de chantaje
masculino que el hombre les imputa. No tienen con quien compartir sus
temores en confianza, pues sus madres les enseñan a soportar,
los padres las intimidan y las amigas refuerzan sus temores porque
muchas de ellas están en su misma situación; ellas
refieren una gran necesidad de ser escuchadas por sus cónyuges
sobre sus angustias, necesidades y expectativas, pero encuentran el
golpe o la indiferencia como instrumentos de dominación,
doblegación y degradación.
Estas mujeres, víctimas de la violencia
conyugal en períodos gestacionales, han permanecido con una
relación violenta por largos años, manteniendo un
vínculo de pareja bajo una estructura patriarcal, donde las
relaciones de poder son inequitativas y tanto la mujer como los hijos
son propiedad privada y de "uso" exclusivo del patriarca, en este
caso el padre o esposo. Aquí se habla no de rezagos
patriarcales sino de una estructura ideológica muy arraigada
en la conciencia de estos grupos sociales. Aquí el lema de "lo
personal es político" permite entender al patriarcado como
"una política de dominación presente en los actos
aparentemente más privados y
personales."4 Los valores
socioculturales que sostienen el matrimonio están enraizados
en principios religiosos judeocristianos, soporte del patriarcalismo,
donde "la mujer se debe al marido hasta que la muerte los separe";
los problemas económicos y el "respaldo" social que brinda la
presencia paterna en la casa para la mujer son premisas que le
impiden, en muchas ocasiones, romper con esa relación
violenta. "Él era muy destrozón conmigo... me golpeaba
terrible... Se iba para la finca, se estaba un mes y volvía y
me daba mi muenda y se iba, eso llegaba un día y al otro se
iba... Esta mujer soportó por más de 12 años la
violencia sistemática, porque paría sólo hijas;
él, obsesionado por el hijo varón, no soportaba la idea
de "perder" el apellido y la imagen masculina de
virilidad.
El cuadro emocional que emerge de las
entrevistas con las mujeres gestantes es uno en el que prevalece la
disminución del autoconcepto, la pérdida de autoestima
y una gran ausencia de autonomía. Este cuadro acompaña
la morbilidad materna y no es referido en ninguna historia
clínica de las mujeres entrevistadas; en ellas sólo hay
síntomas y signos físicos de las manifestaciones de
alto riesgo materno; por ninguna parte aparece que esta mujer ha sido
violentada física o psíquicamente en algún
momento de su gestación, o que se encuentra en estados
depresivos, o que manifiesta ansiedad y angustia por su entorno
familiar o social.
Después de tanto resistir, algunas
mujeres se "defienden" con agresiones al marido o a los hijos. Esta
vida familiar se convierte en círculo vicioso y
comportamientos socializantes para sus hijos/as, "Yo golpeé a
mis hijos y... yo decía: ¿por qué no están
con su papá... por qué yo tengo que andar siempre con
ustedes?" El más fuerte tiende a dominar al más
débil y a repetir la historia de maltrato y dominación,
pero la mujer no siempre pierde el horizonte cuando castiga a sus
hijos/as, algunas sienten remordimiento por los castigos infligidos,
sienten que su corazón se les destroza, "eso parecía
que el mundo se me acababa", quizás recuerdan sus propios
dolores, pero por necesidad, tradición o impulso, siempre hay
reacciones de castigo hacia los hijos/as. A una agresión se
contesta con otra agresión y la espiral crece y rebota entre
la familia y la sociedad en general, consolidándose como un
patrón de relación natural especialmente en grupos
familiares donde se profundiza la crisis económica y, por
ende, la de las relaciones de pareja.
Mantener una relación de pareja donde la
única forma de comunicación es el golpe, el maltrato y
la humillación es una obstinación aberrante o una
sumisión total al patriarcado. Las mujeres dicen no haber
encontrado causas suficientes para recibir castigos, como si
racionalmente pudiera existir algún motivo o razón para
que el cónyuge, el ser que supuestamente ama, golpee, escupa,
vocifere y atente contra la vida de la mujer: "Yo no le llegué
a tener razón para que me pegara, eso llegaba y era terrible".Cuando la mujer ha sido maltratada durante épocas, parece que
pierde toda posibilidad de decidir romper la cadena de sumisiones y
abnegaciones que la mantienen atada. La tendencia cultural es buscar
justificar al agresor a través de las faltas posibles que la
mujer haya cometido; ella se esfuerza todo el tiempo para no dar
motivos, esto implica robarse a sí misma, ocultarse a
sí misma, controlarse todo el tiempo para "no provocar",
desgastarse emocionalmente.
Socialmente el hombre, la religión y los
patrones culturales han sometido a la mujer, silenciándola en
sus emociones, sus deseos y pensamientos a tal punto que ella vive en
una encrucijada sin saber qué hacer o no hacer, pensar o no
pensar, decir o no decir algo que motive la conducta violenta del
cónyuge, vive siempre sobre el filo de una "razón" o
"motivo" para que le causen maltrato físico y/o
psíquico. Ferreira6 afirma
que "estas actitudes erróneas llevan a justificar y a
otorgarle un carácter natural a la violencia, disculpable
debido a que la víctima 'algo tuvo que ver' en el asunto;"
"...me decía groserías muy feas". La violencia verbal
denigra del ser humano en su integridad biopsicosocial. Estas mujeres
violentadas subsisten gracias a las posibles reservas culturales,
sociales y personales que han manejado como defensa para su
sobrevivencia. La Organización de las Naciones Unidas ha
sostenido que la violencia contra las mujeres es el crimen encubierto
que más se da en el mundo. Y es que no basta una muerte
física; la "muerte" psíquica se acompaña de
profundos comportamientos sumisos ante quien ejerce el poder y la
autoridad, en este caso el cónyuge, y le impide
psíquicamente levantarse contra él para defender su
dignidad de mujer, como sujeto social altamente
productivo7.
La humillación es un cuadro que
caracteriza a estas mujeres como una consecuencia de las relaciones
sociales de género que se han establecido en el interior de
sus familias, caracterizadas por la violencia, el reproche y el
desgaste emocional. Este cuadro está lleno de sentimiento de
inferioridad: "yo me acomplejo mucho"; de infelicidad: "no tengo
recuerdos de felicidad"; de desesperanza: "me siento mal... porque ya
las cosas con él no funcionan"; cansancio emocional, donde la
depresión y la tristeza agobian profundamente a las mujeres:
"me siento cansada, yo siento que ya no doy más, que no puedo
más... que todo se desplomó, cómo hago para
levantarme". Para una gestante que dará una nueva vida no es
nada grato poner esta frase en sus labios. Ella no ha podido vivir
con alegría, afecto, reconocimiento y se encuentra deprimida
por los sucesos que le han acontecido. Ni el médico, ni la
enfermera, ni ningún otro trabajador del hospital conocen sus
tristezas y angustias mientras está internada.
El no sentirse querida, indispensable y
necesitada, la lleva a sentirse sin valor. Estas mujeres se tornan
desesperanzadas porque la vida no les funciona como ellas quieren,
sus continuos fracasos ya las hacen sentir mal y desfallecidas; su
autoestima y energía vital están en peligro.
Además de este desgaste emocional, se sienten usadas
sexualmente: "cada que estamos íntimamente, no sé, es
como sólo placer, sólo sexo, ya no es amor". Ni sus
relaciones sexuales son satisfactorias para ella; la
incomunicación en este campo lleva a que la mujer no apruebe
el placer como un elemento de goce en su vida sexual, porque se
siente usada y no consentida. Su vida sexual se convierte en un acto
obligatorio producto de un contrato matrimonial y unos principios
religiosos que guían la conducta de estas mujeres y
hombres.
El sentimiento de desamparo aparece, ella no
puede dar tregua, debe sobreponerse a pesar de sus escasas fuerzas
físicas y psíquicas porque la tarea histórica y
la responsabilidad social que le han endilgado en la formación
de los hijos e hijas tiene que sacarla adelante. "Se va él y
yo estoy preocupada... porque yo no estudié, yo no tengo
cómo darles a ellos". Ella no se piensa a sí misma
lejos de su marido, pues el matrimonio ha sido culturalmente su
principal respaldo social como mujer, así se convierte en eje
de su vida y como no ha estado capacitada para pensar por sí
misma como mujer, capaz de existir sin la protección de un
hombre, sin la dependencia económica y sin la dependencia del
maltrato, se siente desesperada, desvanecida, sin fuerzas, pero
aunque viva en un infierno, no soporta la idea de retirarse de
él. El corazón de todas estas mujeres, en sus
relaciones intergenéricas de familias, está dominado
por el miedo y la culpa y no por la ternura y la comprensión.
Las carencias sistemáticas y hereditarias en el terreno de la
igualdad y equidad se concretan en pobreza prolongada, llevando a la
mujer a un estado depresivo en el que sus ilusiones se quiebran: "yo
hubiera querido tener un hogar feliz, sí, tener algo que yo no
tuve".
Las relaciones inequitativas de poder alrededor
de la maternidad emergieron de manera contundente en este estudio,
como sustrato del proceso conflictivo en que se desenvuelve la
maternidad de las mujeres pobres del campo y de la ciudad. Estas
relaciones explican la conducta patriarcal del poder masculino sobre
la mujer que generan miedo, incomunicación, culpa,
subordinación, humillación, desgaste emocional y
desprecio, como se ha expresado en la descripción de las
anteriores categorías. Se trata de una tríada de
poderes de autoridades masculinas que se concretan en el que otorga
(Dios), el que decide (médico) y el que autoriza (esposo). Las
miradas del médico, del cónyuge y de la religión
sobre la maternidad siguen siendo biofisiológicas, centradas
en lo observado e inferido de la teoría, de la cultura y la
ideología, más no en la comunicación, en la
escucha de la otra. Sus miradas continúan teniendo el peso de
la autoridad masculina, fruto de esa relación saber-poder que
se establece con el "otro", que en este caso es mujer, "carente de
conocimientos", de "autoridad" y "de condición"; así,
continúa minimizado el espacio para una buena
comunicación, donde se exploren no sólo las condiciones
físicas de la gestación sino las de orden cultural,
afectivo, económico y social que rodean a la maternidad. "El
médico nunca me preguntó si comía salado", el
médico tiene poder sobre el cuerpo de la gestante. El marido
sobre la sexualidad "Él no piensa en hacerlo sentir a uno bien
o algo... es como si fuera sólo sexo" y Dios, mediatizado por
el sacerdote, sobre el alma "cuando tomo una decisión pues por
mandato de Dios sujeta a mi esposo". Ellos deciden cuál es la
enfermedad, cuál su esencia y qué pasa si trasgrede la
autoridad masculina, ellos no necesitan de ninguna
interpretación femenina. La fuerza de su autoridad está
en la palabra y en las actitudes silenciadoras: "él no es una
persona consciente... por cualquier cosita él se va molestando
y discutiendo y ellos se siente muy machitos y son así, y no
les da pesar de nada". Así emergen las relaciones sociales de
género que las gestantes manifiestan.
A pesar de todos los conflictos que se generan
alrededor de la maternidad, la valentía de las mujeres
también se expresa con nitidez en lo que denominamos
maternidad luchada. Ésta recoge el sentido de fortaleza y de
arrojo que las madres asumen en su soledad, por la supervivencia de
su nuevo hijo o hija, sobreponiéndose a la pobreza, el trabajo
forzado, el maltrato y la violación, a la degradación,
a las carencias afectivas, a la escasa accesibilidad a la
prestación de servicios de salud, a sus prejuicios cristianos
y, en la mayoría de los casos, a la falta de apoyos estatales
y conyugales para sobrellevar la nueva gestación. Estas
manifestaciones se expresan así: "mis embarazos anteriores
fueron normales a pesar de lo mal que me trataba". "Él era muy
tremendo, me pegaba; en los últimos meses no tuve problemas de
salud, no se aceleraba el parto, ya después sí".
Biológica y psíquicamente estas mujeres son fuertes
porque aunque se presenta una respuesta uterina de alto riesgo, ellas
protegen su hijo/a con fuerza afectiva para no perderlo, así
sea una gestación no deseada o que les produzca angustias
económicas. Presentan amenazas prematuras de parto o amenazas
de aborto durante su gestación, pero a pesar de la
opresión y el desgaste tanto emocional como físico
llega a "buen término" el nacimiento de su hijo/a. Ninguna
gestante refirió pérdida de un hijo por violencia
conyugal, pero esto no excluye su existencia.
Todas estas características se resumen
en la condición de pobreza prolongada o persistente de largo
plazo, especialmente en las mujeres que realizan trabajos con baja o
ninguna remuneración. Esta exclusión social que afecta
directamente a la mujer gestante pobre, constituye tanto una
violación a la dignidad humana como una amenaza a su vida
misma, al nuevo ser y al sentido trascendente de la maternidad. A
pesar de estos "procesos destructivos" que llegan a constituir un
riesgo, como lo define Breilh3 y
que en muchos casos esta nueva gestación no fue deseada, ya
por violación, ya por problemas económicos o porque no
estaba en sus planes, las mujeres cumplen cabalmente, según
sus propios recursos, con garantizarle afecto, ternura y condiciones
mínimas de subsistencia al nuevo ser. En términos
generales es una misión solitaria, imbuida de una gran
desigualdad en la distribución de tareas, que ellas, con su
escasa preparación, pero con gran arrojo, sacan adelante.
REFERENCIAS
- Sau V. El vacío de la maternidad. Madre no hay
más que ninguna. Barcelona: Editorial Icaria, 1995. P. 14.
- Badinter E. ¿Existe el instinto maternal? Historia del
amor maternal siglos XVII-XX. Barcelona: Editorial Paidós,
1991. P. 195.
- Breilh J, Betancourt O, Costales P, et al. Mujer, trabajo y
salud. Quito: Ediciones CEAS, 1994. Pp. 314-319.
- Puleo AH. Patriarcado. En 10 palabras clave sobre mujer.
Pamplona: Editorial Verbo Divino, 1995. P. 31.
- Strauss A, Corbin J. Grounded theory methodology. An
overview. En Douzen NK, Lincoln IS (ed.). Handbook of cualitative
research sage. Newbury: 1994. P. 1967.
- Ferreira G. La mujer maltratada.
Un estudio sobre las
mujeres víctimas de la violencia doméstica. Buenos
Aires: Editorial Sudamérica, 1991. P. 78.
- Campero-Cuenca. Educación y salud de la mujer:
reflexiones desde una perspectiva de género. Salud
Pública México 1996; 38: 27.
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