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Revista Colombia Médica
Universidad del Valle - Facultad de Salud
ISSN: 0120-8322 EISSN: 1657-9534
Vol. 1, Num. 1, 2006, pp. 5-5
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Revista Colombia Médica, Vol. 37, No. 1, Jan./Mar. 2006, pp. 5
EDITORIAL
DESARROLLO HUMANO, POBREZA Y
SALUD
Profesor Titular y Jefe Departamento de
Patología Facultad de Salud,
Universidad del Valle, Cali,
Colombia
Correspondence Address: Armando Cortés, M.D., e:mail: acortes1959@hotmail.com
Code Number: rc06001
Según el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) Colombia ha mejorado el índice de
desarrollo humano por los logros en la cobertura de educación
y salud e incrementar el ingreso per cápita. Esto
permitió pasar del puesto 77 al 69. Sin embargo, preocupa
estar de undécimo entre los países con peor
distribución del ingreso; el ingreso de un rico equivale a lo
que reciben 58 personas más pobres de Colombia, mientras en
Dinamarca y Japón equivale a 24.7 y 24.9 respectivamente.
Una de las mayores barreras para reducir la
pobreza es la inequidad distributiva de la riqueza. La sociedad
colombiana es pobre, presenta una distribución desigual del
ingreso y crece poco. Es probable que una mejor distribución
del ingreso facilite el crecimiento económico, que sólo
es posible con una base institucional confiable y con
políticas macroeconómicas estables enfocadas hacia el
desarrollo individual.
Catorce millones de colombianos sobreviven con
menos de dos dólares diarios. En total, 64 de cada 100
colombianos están en el «umbral» de pobreza y
algunas regiones padecen niveles casi africanos, como el
Chocó.
La ruta más expedita para salir de la
pobreza es el desarrollo humano. Para impulsarlo debe haber acceso a
servicios de salud y educación de buena calidad. Si Colombia
quiere tener pros-peridad y justicia social, requiere atender la
equidad entre sus zonas rurales y urbanas, entre sus regiones, entre
grupos étnicos y entre hombres y mujeres en aspectos como el
acceso a la educación, la propiedad de la tierra y la
distribución del ingreso.
Según la encuesta de salud sexual y
reproductiva de PROFAMILIA del año 2005, la sociedad
colombiana ha cambiado radicalmente en los últimos 50
años, con descenso de la tasa global de fecundidad de 6.8 a
2.4, el de mortalidad bruta de 16.7 a 5.5 y el de mortalidad infantil
de 123.2 a 25.6 (aún vergonzosa). La esperanza de vida de los
colombianos aumentó de 50.6 a 72.2 años, pero
también son vergonzosas las diferencias regionales y entre
estratos sociales. La mortalidad infantil en el Chocó es tan
alta como la africana. Hay 10 puntos de diferencia entre la
mortalidad infantil urbana y la rural. El problema de
desnutrición infantil continúa sin atención y
12% de los niños son desnutridos crónicos.
La Comisión sobre Macroeconomía y
Salud de la OMS señala que en términos
económicos, la salud y la educación son los dos pilares
angulares del capital humano, y la base de la productividad
económica del individuo. A largo plazo la buena salud de la
población es un factor esencial para la reducción de la
pobreza y el crecimiento y desarrollo económicos. El
crecimiento económico requiere no sólo individuos
sanos, sino también educación y otras inversiones
complementarias, una adecuada división del trabajo entre los
sectores públicos y privados, un buen funcionamiento de los
mercados, una gestión pública adecuada y acuerdos
institucionales que impulsen los avances tecnológicos.
Nuevos estudios sugieren que el estrés
de ser pobre tiene una peligrosa influencia en la salud. Cuando se
comparan los estados socioeconómicos altos y bajos, el riesgo
de algunas enfermedades es diez veces mayor. Las personas de estrato
socioeconómico bajo tienen dramáticamente más
riesgo de enfermar y expectativa de vida más corta.
El estrés psicosocial propio de la
pobreza puede incrementar la susceptibilidad a enfermedades
cardiovasculares, depresión, diabetes y otras. En especial
porque al individuo le falta soporte social, no tiene salida para sus
frustraciones y sienten que su situación puede agravarse. El
estrés crónico de la pobreza puede causar daños
como alteración de la memoria, incremento del riesgo de
depresión, deterioro de la respuesta inmune, elevación
de la presión sanguínea y alto riesgo de enfermedad
cardio-vascular, altos niveles de hormonas de estrés, pobre
recupe-ración del estrés agudo, alto riesgo de
infertilidad y abortos.
Hay una fuerte asociación entre
inequidad en los ingresos, pobre salud y bajo capital social. Un alto
grado de inequidad en los ingresos lleva a un bajo nivel de confianza
y soporte, lo cual incrementa el estrés y peligros para la
salud.
Existe una inmensa responsabilidad de los
países ricos en el cumplimiento de las metas de
reducción de la pobreza y mejora de las condiciones de vida en
el mundo. La mayoría de las muertes son evitables y hay que
abordar las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad.
Entre los objetivos del milenio trazados en el año 2000 estaba
reducir a la mitad la pobreza al llegar al año 2015, lo cual
no se lograría si la financiación al desarrollo sigue
al ritmo actual.
Se requieren 50,000 millones de dólares,
según la ONU que pueden obtenerse de cualquiera de estas
fuentes: si los ricos pagaran 0.2% del valor de su patrimonio, si por
cada tonelada de dióxido de carbono que se vierta a la
atmósfera se pagara 10 dólares, si a los 210,000
millones de dólares de las transacciones financieras diarias,
se aplicara una tasa de 0.005%, si las multinacionales dieran 1% de
sus beneficios, si de las ventas legales de armas se dedicara 10% de
ayuda al desarrollo. Es decir, hay capacidad y recursos suficientes
en el mundo para erradicar el hambre y la pobreza y promover el
desarrollo económico sustentable con justicia social.
Mientras, de los 6 mil millones de habitantes del planeta 40% viven
con menos de dos dólares al día, sólo 10% vive
bien, con altos ingresos anuales per cápita y utilizando los
beneficios culturales y tecnológicos alcanzados por la
humanidad. Es un escándalo que teniendo los medios para
erradicarla, el hambre tenga que esperar y mate a 24,000 personas por
día y 11 niños por minuto.
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