Revista Colombia Médica, Vol. 38, No. 2 , Apr./Jun. 2007, pp. 99
EDITORIAL
Reminiscencias médicas
Rodrigo Guerrero
Rodrigo Guerrero, M.D.,Director Honorario, Revista Colombia Médica, e-mail: rodgue@uniweb.net.co
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El San Juan de Dios era
insuficiente para los ambiciosos planes de reforma de educación
médica que promovían Gabriel Velásquez, Alfonso
Ocampo y demás líderes de la naciente Facultad de
Medicina de la Universidad del Valle. Por eso se propusieron terminar
el Hospital Departamental, que ahora lleva el nombre del insigne
médico y científico caleño Evaristo García,
cuyos orígenes se remontan a una ordenanza aprobada en 1938, por
iniciativa de Pascual Guerrero.
Algunos de los
profesores se resistieron al traslado y siguieron ejerciendo la
docencia en el viejo San Juan de Dios. Entre ellos Gonzalo
Ángel, Armando García, Óscar Gutiérrez,
Benjamín Martínez, Álvaro Vallejo O’Byrne y
Ramiro Guerrero, su director por muchos años. Los directores del
HUV, Arturo Vélez Gil y de manera especial, Alfonso Ocampo
Londoño, se propusieron situarlo a la altura de los mejores
hospitales del mundo.
Para lograrlo era
preciso establecer mecanismos de auditoría médica o
control de calidad. Bajo el implacable escrutinio de Lupi Sergio
Mendoza, destacado urólogo boliviano, se revisaban de manera
aleatoria las historias clínicas, para detectar fallas en los
registros o procedimientos incorrectos. Se establecieron las
conferencias de patología clínica (CPC), en las cuales un
profesor analizaba el caso de un paciente fallecido y se
comprometía con un diagnóstico; luego, los demás
profesores, residentes e internos daban su opinión. Los
estudiantes, amparados en nuestra ignorancia, éramos los
únicos en tener absoluta seguridad en los diagnósticos.
El departamento de patología que había realizado la
autopsia y cuyos resultados se habían conservado en secreto,
daban el veredicto final. Era una especie de concurso de inteligencia y
conocimientos en el cual todos aprendían y se mejoraba la
calidad.
Las relaciones entre
el Evaristo y la Universidad del Valle eran tan estrechas que los
nombramientos médicos se hacían conjuntamente, de tal
manera que todos las profesores eran a la vez, médicos del
hospital. Por esta razón muchas de las actividades
investigativas de los profesores se adelantaban en el hospital. Entre
ellas destaco una que me correspondió apoyar durante mi paso por
la dirección del Evaristo.
Adolfo Vélez
Gil, cirujano especializado en los EE.UU., comprendió la
futilidad de hacer cirugías de altísima complejidad, al
tiempo que 97% de las hernias existentes en el Valle del Cauca no se
podían atender. Entonces renunció a la jefatura y junto a
su esposa Graciela y otros profesores igualmente visionarios, se
propusieron desarrollar un sistema simplificado de atención, de
alta calidad, a bajo costo y amplia cobertura, para lo cual se
montó una unidad experimental en el HUV. Era una especie de
‘MacDonald quirúrgico’, cuyos procedimientos y
equipos estaban previamente estandarizados para lograr una alta
productividad. Una de las recomendaciones revolucionarias del sistema,
fue enviar al paciente a la casa inmediatamente después de la
cirugía, recomendación que hace parte hoy día
parte del repertorio quirúrgico mundial.
En la
inauguración del Evaristo hace 50 años, Ramiro Guerrero
rescató las notas que había preparado Primitivo Iglesias
para la ocasión y que no llegó a pronunciar porque
murió días antes. En ellas se destacaban los nombres de
Mario Correa Rengifo, Lázaro Patiño, Ernesto Campo
Méndez, Luis H. Garcés y Jorge Vázquez Valencia,
cuyo busto fue colocado en el pórtico del hospital, en
conmemoración a su trágica muerte en 1941. Es justo
rendir homenaje a la memoria de estos destacados servidores
públicos.
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